Ser cristiano es: Ama y haz lo quieras. Regina Marín Latonda

Experiencias, Testimonios

Me llamo Regina, estudio tercero de periodismo y soy católica de las que se dice «de toda la vida». Y me encanta.

El otro día me ofrecieron contar mi testimonio y yo pensé: «¿Testimonio? ¿Y yo qué voy a contar?». Confieso que estuve a punto de decir que no. ¿Qué tenía yo que aportar? Pero me lancé. Es cierto que mi historia no es una gran historia. Pero si mi manera de vivir la fe puede ayudar tan solo a una persona, con eso me vale. 

Lo primero que quiero decir es que ser católico no es una lista eterna de cosas que hacer y de ideas que defender, como a veces, incluso nosotros mismos, dejamos ver, dando una imagen un poco distorsionada.  

Ser cristiano es, como dice San Agustín: “Ama y haz lo que quieras”. Ni más ni menos. Amar con orden. Primero a Dios, luego “a los demás como a uno mismo”. Y eso es lo que yo trato de hacer en mi día a día. No hace falta hacer mucho ruido para ser cristiano; sin embargo, el amor es el ruido más escandalosamente bello. No hay más. Ama todo lo que hagas. Cuando te despiertes, ama a Dios, aunque no le entiendas; cuando trabajes, ama a tus compañeros, incluso al que te cae peor; cuando estés tú solo viendo la tele, ama. Puede sonar muy cursi, y parecer una tontería. Pero Jesús nos lo pide a gritos. «Amaos los unos a los otros como yo os he amado». Eso es seguir a Cristo. 

Y es porque le amo (y sé que Él me ama) por lo que hago las cosas: ir a misa, rezar por el Papa, confesarse de vez en cuando… si no todo esto estaría vacío de contenido, no habríamos entendido nada. Ir a misa porque alguien te lo dice es una hartura; pero ir a misa porque sabes que tu mejor amigo te está esperando… esto cambia mucho las cosas. Cuando entiendes que Cristo es Amor y da la vida, ¡deseas incluso ir a misa diaria! O por lo menos eso es lo que me pasa a mí. Porque no hay nada como darle sentido a las cosas. Eso no significa que a mí me apetezca ir a misa todos los días. En absoluto. Si me pasara, sería un extraterrestre. Pero quien ama a Dios por encima de todo, se supera y vence la pereza. ¿O es que a las madres les apetece despertarse todas las noches para dar de consolar a sus hijos? No, claro que no. Pero para ellas, eso tiene todo el sentido del mundo. Y no dudan en hacerlo. Pues eso mismo pasa cuando descubres que Jesús es tu mejor amigo, y que «él nos amó primero».

No pretendo en absoluto presentarme como ejemplo a seguir. Me queda muchísimo por mejorar. Pero compartir es vivir, ¿no? El hecho de que sea “fan de Dios” se refleja en que voy a misa diaria, rezo el rosario y hago oración. Lo que más me sorprende de todo es que aunque no hiciera todo esto, ¡Dios me seguiría queriendo exactamente igual! Pero no hay patrones de conducta, porque la relación es  Dios y tú. Nadie más. Y sois vosotros los que decidís. Lo que Dios ha hecho por cada uno, lo sabemos. Solo hay que despertarse y enamorarse de Él. 

Eso es lo que yo he descubierto que significa ser católico: amar siempre a Dios y a los demás. Si esta es tu máxima en la vida, todo se ordena y no verás nunca en el otro un objeto más que utilizar, si no un deseo de Dios que hay que cuidar como si de un deseo propio se tratara. Como dice Santa Teresa de Calcuta, resumiendo lo que para mí es el misterio de la fe: “Hay que amar hasta que duela; y si duele, seguir amando”.

Regina Marín Latonda