En ocasiones durante el camino de Santiago iba por delante del grupo, guiándole hacia donde señalaban las indicaciones a Santiago. A veces iba en medio del grupo, contando chistes, hablando, debatiendo, riendo. En ocasiones iba detrás del grupo, aconsejando o confesando a las personas que lo necesitaban; y a veces solo, rezando, pidiendo fuerza para mí y gracia para los que estaban conmigo.
Así es el sacerdote.
Frente al pueblo, para guiarlo hacia las sendas que le llevan a la vida eterna, aunque sean difíciles o cansadas; él las camina primero.
Junto al pueblo, compartiendo sus cargas, testimoniando con su vida, siendo uno más pero elegido para ser luz en medio de la oscuridad.
Detrás del pueblo para ir al paso de los más pequeños, para aliviar el peso de los pecadores, buscar a los descarriados, renovar su amor por Dios y orar por aquellos que le han sido encomendados.
¡Qué vocación más preciosa! Caminando por Santiago me encontré con un sacerdote que acababa de celebrar sus 50 años y me dijo: ser sacerdote es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Yo llevo solo 11, pero lo suscribo.
¡Orad, amad y cuidad a vuestros pastores!