De protestante a seminarista. La historia de Christian

Experiencias, Testimonios

La llamada

Hace un año, en julio de 2018, recibí la llamada de Rafa, universitario, buen amigo mío. Me contó que el hijo de una amiga de su familia, que se llamaba Christian, iba a venir de Colombia a Madrid a estudiar la carrera, y me planteó la posibilidad de ponernos en contacto, para que Christian pudiese tener alguien conocido en la capital, y poder también asesorarle en lo que le hiciese falta. Le dije a Rafa que adelante, que le diese el número de mi teléfono móvil, y que Christian se pusiese en contacto conmigo. Y así lo hizo: quedamos en un colegio mayor de Ciudad Universitaria (Madrid), del que soy subdirector. Aquella fue la primera vez que hablamos.

No me he presentado; me llamo Alex. Hoy, 17 de julio 2019, un año después de nuestro primer encuentro, le he pedido a Christian permiso para narrar su historia: ingresa en unas semanas en el Seminario Diocesano de Madrid, y pensaba que es una historia que merece la pena ser contada.

La historia de Christian

Christian nació en Londres hace 29 años. Sus padres, de origen colombiano, estaban en esta ciudad por cuestiones de trabajo. Cuando Christian cumplió 4 años y, tras la muerte de su abuela materna, decidieron volver a Colombia. Su madre, que nació en una familia católica, se pasó al protestantismo cuando era muy joven, por influencia de su madre, que había decidido dar este mismo paso tras quedar viuda. El padre de Christian, bautizado cuando era un recién nacido, siempre fue neutral en estos asuntos, y por tanto, no influyó tanto como su madre en la fe de Christian.

A los 8 años viajó a España con su familia (familia que ahora incluía un nuevo miembro: su hermana Ana Gabriela, de 3 años). En España vivieron varios años -salvando una breve estancia por Colombia en el año 2005, en la que Christian se bautizó en la Iglesia Menonita- y fue a los 17 años cuando Christian sintió una llamada del Señor a seguirle más de cerca. Él buscaba, pero no conseguía hallar en las Iglesias protestantes a las que asistía su madre, ningún modo de respuesta que colmase esas aspiraciones.

Paralelamente, la vida de Christian se desarrollaba con normalidad: los múltiples viajes le habían hecho perder algunos cursos, así que fue a los 20 años cuando terminó de cursar el bachillerato en España.

Ahora se abría una nueva etapa: la universitaria. Era el año 2010, y dado que su familia volvía a Colombia, regresó con ellos para cursar allí la carrera universitaria. Christian había escogido el bachillerato de humanidades en España, tenía claro que los suyo eran las letras, y por eso quería matricularse en alguna de las carreras afines a las humanidades y al arte. Sucesivamente, se fue matriculando y cursando las carreras de Historia, Música y Filosofía, sin llegar a terminarlas, pues ninguna de estas le convencía. Christian daba mucha importancia a lo que estudiaba y a su vida misma, y en los ambientes de estas carreras y universidades no encontraba la coherencia de vida que buscaba entre carrera y vida, por decirlo de alguna manera. Buscaba algo así como un sentido de totalidad y eso no se lo daba ninguna de las carreras ni universidades a las que asistía. Y tampoco la Iglesia protestante.

Fue un día del 2º semestre de 2012, cuando curioseando sobre la Antropología, encontró en internet un libro llamado Fundamentos de Antropología, de Ricardo Yepes Stork, donde pudo ver un ejemplo de ese sentido de totalidad que él buscaba. Vio en esta obra y en su autor una coherencia de vida: de palabra y vida. Además, le alegró mucho ver que este autor era católico, pues su simpatía por la Iglesia Católica se había ido despertando poco a poco, y este libro fue como el detonante que hizo que Christian se interesara aún más por la Iglesia Universal.

Siguió indagando sobre la procedencia del libro. Y así fue como llegó a descubrir la Universidad de Navarra y el Opus Dei. Durante 3 años estuvo meditando el mensaje diario que sube la página del Opus Dei, y paulatinamente descubrió también a Benedicto XVI, que le había sido dado a conocer por medio de un sacerdote, profesor suyo en la Universidad de la La Sabana (Colombia). El texto con el que descubrió al Papa Benedicto XVI fue su discurso en la Universidad de Ratisbona, en el que hablaba de un tema muy interesante para Christian: la universidad y la Teología. A través de este texto pudo comprender que la Iglesia Católica era depositaria de la Verdad y que sólo en ella iba poder encontrarla.

Dios le hizo ver, a través de este escrito y de otros afines, cómo la Iglesia nunca había ido contra el ser humano y su verdad, sino todo lo contrario: amaba tanto al hombre, que no estaba sujeta a ninguna moda ni discurso de ningún tipo. Antes bien, estaba dispuesta a ir contra cualquier período histórico que amenazara con acabar con el hombre. Entendió que la Iglesia era lo único visible de Dios que perdurará por los siglos. También vio cómo se relacionaba con autores tan antiguos como San Agustín, y que la Biblia había nacido dentro de una misma Tradición.

Christian sentía que era el mismo Dios quien lo llamaba a amarlo con más perfección. La conversión no fue una decisión fácil; y desde el momento en que descubrió el libro Fundamentos de Antropología, hasta que fue admitido en la Iglesia Católica, transcurrieron 3 años. Por otro lado, desde el momento en que abrió su corazón a la Iglesia, y sin conocer a nadie que fuera católico -excepto una tía, que no era muy practicante-, se sintió como inmerso en una gran familia.

Todo este proceso se fue dando a lo largo de distintos cambios de estudios y de traslados entre ciudades de residencia. Es decir: al mismo tiempo que se iba configurando su vocación profesional, un proceso más lento y discreto -pero no menos importante o decisivo- iba germinando. Poco a poco, la semilla del catolicismo iba creciendo. Los días, meses y años se sucedían, y se trasladó a España. Allí empezó a asistir a Misa, y comenzó también a ir a una catequesis, pero a los pocos meses sus padres llegaron a Madrid con la idea de irse a vivir de nuevo a Londres, y Christian se fue con ellos para allá, donde encontró un nuevo trabajo. Pasaron varios meses y volvieron a Bogotá, donde Christian empezó la carrera de Teología.

Sobre esto hay que especificar que el estudio de Teología no implicaba que Christian quisiese ser sacerdote. De hecho, no era todavía católico. Simplemente, se había dado cuenta de que esa carrera era la que podía colmar sus ansias intelectuales y poner fin a la búsqueda de sus estudios superiores universitarios; se daba cuenta de que era el estudio más relacionado con Dios y con el hombre donde él podría disfrutar y encontrar su vocación. El camino había sido largo y tortuoso, pero empezaba a vislumbrarse una luz al final del túnel.

Empezó a estudiar, pues, Teología, en una universidad en Colombia, pero la orientación doctrinal que se le daba a los estudios no era la apropiada, al menos según lo que Christian había aprendido en las catequesis que recibió y en los autores que le habían ayudado a convertirse. En este período de su vida fue admitido en la Iglesia, y año y medio después conoció un centro de la Obra que fue donde se confesó por primera vez, comenzó a comulgar con frecuencia cuando asistía a la Santa Misa y se preparó para el sacramento de la Confirmación, que recibió con gran alegría el 27 de octubre de 2017.

Como decíamos, Christian era consciente de que resultaba necesario el traslado a una universidad de mayor garantía dogmática, y así fue como emprendió su tercer y definitivo viaje a Europa, de nuevo por la puerta madrileña. Cursaría en la universidad diocesana de San Dámaso los estudios de Teología.

Pocos días después de su llegada a Madrid, su madre le dio mi teléfono móvil y quedamos en vernos. Empezamos a hablar, y le presenté a don Juan, un sacerdote que también vive en Madrid, y al poco comenzó a asistir a los medios de formación para seminaristas y para gente que se plantea el ingreso en el seminario, que se impartían en un centro del Opus Dei. Asistió a un curso de retiro, a mediados de curso, y allí, después de meditarlo largamente y de hablarlo con su director espiritual, decidió dar el salto y entregarse al Señor, y así es como comenzará, en pocas semanas, su etapa en el Seminario Diocesano de Madrid.

¿Y su familia? A la vez que Christian se hacía amigo de Dios y conocía y profundizaba en la vida, enseñanza y amistad de los santos (san Josemaría, san Agustín…) iba transmitiendo sus descubrimientos a su madre, así como su encanto por el encuentro con la Iglesia Católica. Ella, que escuchaba con interés los textos que le leía su hijo -de Ricardo Yepes, de San Josemaría, de Benedicto XVI- también se vio atraída a la Iglesia que había abandonado cuando era muy niña. Su hermana, que nunca se sintió cómoda en los cultos protestantes, hace poco le comunicó a Christian que recibirá los sacramentos de iniciación cristiana en Colombia, a finales de año. Su padre continuará probablemente con la iniciación cristiana y recibirá el sacramento del matrimonio, junto con su madre, por la Iglesia.

Como se ve, cada vocación es un mundo, y el Señor tiene caminos inimaginables en los que, si uno lo busca desinteresadamente y con sinceridad, siempre acaba llegando a Él.