La vida espiritual no es una línea constante. A lo largo de mi vida he experimentado momentos de consolación y momentos de desolación. En muchas oportunidades, viví experiencias en que la oración, la Eucaristía, los momentos espirituales me conmovieron y acercaron mi alma a Dios.
En un retiro una vez un sacerdote nos dijo: “la Fe como el amor es una elección”. La fe se elige todos los días y creo que esa frase define cómo vivo yo la Fe católica. Tengo la gracia de haber tenido siempre presente a Jesús en mi vida, a través de mi familia, amigos, grupos, y cosas que fui viviendo. Pero, sobre todo, lo que marca la diferencia es haber tenido un encuentro personal con Jesús. Una vez que conoces el amor de Dios, no hay vuelta atrás. Esto no se dio de manera puntual, sino en diferentes oportunidades, asistiendo y coordinando retiros, dando charlas, haciendo voluntariados, misiones, peregrinaciones, en la JMJ… en fin podría decir que con tanta cosa lo que me sobre es Fe. Si bien en esos tipos de encuentros la fe se vuelve como una llama super ardiente, luego cuando pasa el tiempo si no nos ocupamos de mantenerla viva se pierde ¡Y que fácil es perderla! A veces nos dejamos estar un poco y cuando nos damos cuenta nos alejamos un montón de Él y nuestra llama se apaga de a poco. La rutina, los problemas diarios, las tentaciones del mundo, la pereza…. Estamos constante tan “atacados” y distraídos por estas cosas que no nos damos cuenta cuanto nos consumen y alejan de Él. De a poco, nuestro corazón se vacía de Dios y se llena de cosas mundanas. Por eso, cuando no tenemos la llama prendida o cuando no sentimos nada, la fe ya no es un sentimiento, sino que se vuelve una elección. Es despertarse cada día y a pesar de las dudas o las dificultades de la vida seguir eligiendo y apostando por Jesús. Sabiendo que, si lo elijo, no todo va a ser más fácil, pero lo voy a tener a mi lado. Y si Jesús está conmigo ¿Qué no puedo hacer? ¿Qué no puedo sobrellevar?
Cuando todo va bien es muy fácil confiar en Él. Pero cuando la vida se vuelve complicada ahí es cuando nuestra Fe se pone a prueba. ¿A quien nunca le paso de rezar y recibir más que silencio? A veces nos cansamos de esperar una respuesta de él; a veces no entendemos sus planes ni sus tiempos, a veces nos sentimos abandonados… Pero Jesús ya me demostró muchas veces que poniendo todo en sus manos las cosas salen mucho mejor, y si las cosas van mal ¿Qué mejor oportunidad que acercarte más a él y madurar en la fe? Los momentos difíciles son momentos para aprovechar y crecer en la fe. Y ahí está la clave: confiar y confiar. Dejarlo ser Dios y poner nuestra vida en sus manos.
Así como Zaqueo tuvo su sicomoro para ver a Jesús entre la multitud, a lo largo de mi vida yo también tuve y tengo los míos. ¡Y que importantes son! ¿Qué haríamos sin aquellos amigos en Jesús? Hoy en día coincidir con personas que compartan los mismos valores, ideales y fe es un regalazo enorme. Debemos ser humildes y reconocer que solo con nuestras fuerzas no es posible, necesitamos de otros. Es que al cielo no llegamos solos. Familia, amigos, religiosos que fue poniendo Jesús en mi camino, Él se encargó de que esté bien cuidada y rodeada de increíbles personas.
La Fe es como un electrocardiograma con sus alti bajos, puede desaparecer si nos olvidamos que es lo importante. Por eso, me ocupo de cuidarla, de “regarla” para que crezca. Nosotros somos responsables de construir nuestra vida espiritual. Así como el amor se construye día a día, lo mismo pasa con nuestra relación con Dios. Por experiencia, cuando nuestra relación con Dios falla o no está bien, los demás aspectos de nuestra vida también. Por otro lado, si conocer a Jesús es lo más importante y lindo de mi vida ¿Como me la voy a guardar para mi sola? La fe no está para que se quede solo en nosotros. Tenemos que llevarla a donde sea que estemos.
A pesar de cada caída, momentos de dudas y piedras en el camino la Fe siempre salió fortalecida. Con mucha oración que nos transforma por dentro, recibiendo la eucaristía para alimentar el alma y teniendo amigos en Jesús la vida de fe se vuelve mucho más plena. Y siempre recordando que Dios me llama para hacer grandes cosas, y aunque a veces le falle, él siempre va a insistir y esperarme con los brazos abiertos. Como decía Santa Teresita “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra”, siendo santa en el lugar donde me encuentre y predicando con mi vida, y si es necesario utilizando las palabras (San Francisco de Asís).
Pilar Ramos Beytia