Hoy, puedo meditar con este evangelio la continuación de esta oración sacerdotal de Jesucristo, que me enseña que el amor lleva a la unidad, y la unidad es fruto del amor.
El Señor me pide que no deje de darle gloria, como Él se la ha dado al Padre, y me encomienda una misión esencial que asumo como cristiano: la evangelización de los hermanos. Que transmita la Buena Noticia a los que tengo más cerca, pero también a los que tengo lejos, para que todos seamos uno, como el Padre y el Hijo son uno.
Esta es la unidad que hoy le pido al Espíritu Santo, tercera Persona de la Trinidad Santísima, al que suplico que descienda sobre mí a cada instante, en virtud de mi Bautismo y mi Confirmación en el Señor, al servicio de la Iglesia.