Familia que reza unida, permanece unida

Experiencias, Testimonios

Siguiendo el gran ejemplo de quién seguro desde Arriba nos guarda y se enorgullece, el jueves emprendimos un viaje a Portugal, con destino Fátima. Con la Aboba, nuestra abuela, todavía con nosotros, hicimos el último viaje a Roma. Ahora hemos cumplido su voluntad, la de volver a reunirnos todos, y lo hemos hecho en el Santuario de la Virgen de Fátima.

Ese «todos» es especial. Hemos sido 57, un autobús y varios coches, de edades desde los 5 meses del pequeño, hasta los 70 y… tanto espíritu joven de nuestros mayores. Desde varios puntos de España, y echando mucho de menos a dos primas, que por estar en el extranjero no han podido unirse, hemos dejado nuestros trabajos, estudios y demás obligaciones, para poder reunirnos toda la familia.

Gran esfuerzo, especialmente el de los padres de aquellos -no pocos- que todavía en silleta, necesitan pañales, biberones, y tantos etcéteras. Pero también de los que nos hemos perdido algún que otro buen rato en nuestra querida feria de Jaén.  Esfuerzos sin duda nada comparables, pues ferias hay muchas, pero esto ha sido único. Estos días vividos valen la pena por que, además de haber disfrutado mucho, son reflejo de la buena y arraigada costumbre de seguir fomentando entre nosotros un crecimiento y una formación en valores cristianos como la fe, la unidad, la familia, la entrega y, en definitiva, el amor.

Además de los buenos ratos y la experiencia en el Santuario, no olvidaremos nunca la tromba de agua que nos cayó minutos antes de subir al autobús. A algunos no nos dio tiempo a subir ni resguardarnos, nos pilló en la explanada, y, empapados, nos vimos obligados a divertir al resto del autobús con un desfile de torsos, unos más atléticos que otros, todo sea dicho, cubiertos luego por las pocas prendas que quedaban secas, como jerséis o chalecos sin mangas.

Siendo esta la anécdota, lo importante es que, ante Nuestra Señora, la Virgen de Fátima, hemos presentado nuestras intenciones, preocupaciones y esperanzas, cada uno con su oración, pero todos juntos mediante el rezo del Rosario y la participación en la Eucaristía.

 

 

 

 

 

 

Que por la intercesión de la Virgen de Fátima y la de San Juan Pablo II, siga siendo la familia nuestro baluarte y el nexo más fuerte entre nosotros la Fe.

 

Un miembro orgulloso de esta Gran Familia.