Hay historias que emocionan, que motivan y que inspiran, esta es una de ellas. ¿Te la vas a perder? Porque la generosidad no tiene límites, y toda gran aventura empieza con un sí. (Al final del testimonio, adjuntamos algunas fotos y un vídeo).
Me llamo José Miguel March, soy mexicano y desde hace 3 años vivo en Madrid. En mi escuela, «El Highlands», El Encinar, dentro de la asignatura de religión tenemos una parte dedicada a participación social donde quise dedicar esta oportunidad para aportar un granito de arena para la gente que en mi país no ha tenido mi misma suerte . Me sumé al apostolado del padre José Luis Saucedo L.C quien invitó a mi familia en fechas próximas a la Navidad a ir de misiones a una comunidad donde solíamos ir con Familia Misionera en México. Esta comunidad se llama San Felipe del Progreso y está castigada por la pobreza extrema.
Le conté al padre Francisco Ramos L.C., el capellán de bachillerato del Highland, que quería hacer algo especial , algo que pudiera ayudar a las familias a pasar una Navidad un poco mas agradable y me dijo que si se me ocurría algún apostolado, que él me dejaba exponerlo a mis 80 compañeros para recaudar fondos. Se me ocurrió , llevarles algo para que pasaran menos hambre en vísperas de navidad y ese algo fue arroz. En México un kilo de arroz cuesta alrededor de 50 céntimos de euro, entonces decidí pedir 2 euros a cada uno de mis compañeros y creí que iba a juntar algo cercano a 100 kilos de arroz si es que me iba muy bien, pero no, la generosidad y el entusiasmo de mis amigos me dio el doble. ¡200 kilos de arroz!
Al día siguiente de llegar desde Madrid, llevamos los 200 kilos a una comunidad a 132 kilómetros de la Ciudad de México donde en un hospital administrado por Un Kilo de Ayuda íbamos a tener una fiesta con los indígenas que se llama “posada”, se conmemora cuando la Virgen y san José pedían posada para encontrar un lugar donde Jesús pudiera nacer. Tuvimos misa, piñatas , comida y al final, se habían seleccionado previamente a las 100 familias más castigadas por la pobreza para darles a sus hijos un regalo, a los padres una manta para las bajas temperaturas de la zona y 2 kilos de arroz por familia. El arroz que les mandaban mis compañeros a más de 9.000 km de distancia, distancia que se acortó al participar con estas familias en Navidad.
Me sorprendió mucho el interés que levantó esta acción en varios sectores de mi colegio y de mis amigos en México, para ayudar a los mazahuas. La gente se conmovió de ver que con una sencilla acción de generosidad podemos estar más cerca de aquellos que nos necesitan, espero que a este apostolado le sigan muchos otros para así ayudar a que nuestros hermanos menos afortunados no pasen hambre en vísperas de Navidad.
“El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta Él mismo se hizo pobre. La pobreza está en el centro del Evangelio. ¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!”
+Papa Francisco