El asaltador de Sagrarios

Catequesis

Se llama Jordi y no hay sagrario que se le resista. Tiene como un sexto sentido para el tema… los huele a distancia. En la JMJ, sin ir más lejos, lo cacé en plena acción en una de las basílicas de Lourdes. Era muy temprano, algo antes de las 7,  y allí estaba él, aprovechando que no había nadie, manos a la obra, haciéndole compañía al Señor.

A mí me dio qué pensar: ¿qué hay, por ejemplo, en la Gruta de Lourdes. que la haga estar siempre llena de gente? Si lo pensamos fríamente, no hay nada que no sea el recuerdo de donde hace casi 160 años se apareció la Virgen. Y sin embargo, ¿cómo es posible que, en tantos sagrarios de nuestras ciudades (o de las propias basílicas de Lourdes), donde está Jesús Sacramentado, Dios realmente presente, pasen tan desapercibidos y estén siempre tan solos?

Creo que Jordi es de esas personas que ha entendido que Dios -el Creador, el Todopoderoso, el que más nos quiere…- nos está esperando en cada sagrario para que entremos a saludarlo, a pedirle, a adorarlo, a darle gracias, a pasar ratitos con Él. Y nosotros, a diferencia de este amigo asaltador que es Jordi, ¿quizá seamos de esos que muchas veces pasamos por la puerta de las iglesias sin ser conscientes de que Él está allí dentro? Imagina que fuera tu novio el que estuviera ahí esperando… ¿Lo tratarías así?

eucaristia-ivSe me ocurre otro ejemplo. Olvidemos a nuestra novia a la que seguramente estemos un poco cansados de ver. Pon que vas por la calle y tu artista favorito, posiblemente alguien de la talla del gran Enrique Iglesias, está firmando discos en -cómo no- El Corte Inglés. ¿Cuántas horas de cola harías para conseguir un selfie, sabiendo en lo más hondo de ti que tú a él… le importas un carajo? Está claro que como es algo muy costoso de conseguir lo valoramos mucho, pero… como eso de subir unas escaleras y hacer una genuflexión está chupao, pensamos que no tiene ningún valor o que… «para eso siempre hay tiempo».

Es precioso saber que nuestro Dios nos espera humildemente metido en una cajita, que está deseando que entremos a saludarlo o simplemente que al pasar por delante de Su casa, desde fuera, le digamos un «Jefe, ¡hasta luego!». Por eso, hoy te animamos a que lo hagas. Hazlo por ti, porque te apetezca o porque en ese momento te vaya bien. O hazlo por Él, porque sabes que le apetece y que desea verte. Hazlo por el motivo que quieras, pero no olvides que tu Dios y el mío nos espera en cada esquina con Su presencia real ¡deseando que lo asaltemos!