Gente por doquier, tambores y trompetas en cada esquina, las mejores galas salen a relucir, cera en el suelo, saetas cantadas con el alma, lágrimas que valen su peso en oro, gritos como el resto del año nadie diría en mitad de la calle: “¡viva la Virgen! ¡Guapa!” y niños con la boca abierta ante majestuosos pasos y penitentes… Es Semana Santa, estamos casi en mitad de ella. En todas nuestras ciudades se respira algo especial. Se respira el aroma de la fe, en las calles e iglesias, en los jóvenes y adultos, en los creyentes e incluso no tanto… Y es que incluso hasta el más ateo sale de su casa para ver a Jesús en un trono.
Todo esto debe hacernos caer en la cuenta de la mega hiper súper máxima repercusión de lo que hizo DIOS por ti y por mí. Vino para servir, sufrir injurias, insultos, bofetadas,latigazos e incluso ser crucificado. ¿Por qué lo hizo? Porque Dios es “esclavo” de su amor por ti. Tú siendo un hombre tienes una fuerza impresionante, una fuerza inimaginable que todos los países del mundo les gustaría tener. Puedes parar a Dios. Puedes decirle que no. Puedes rechazarlo y vivir totalmente indiferente a ÉL, ¡puedes negarte a su amor!
Un consejo, no lo hagas. No le digas basta. Deja que su Amor te ponga los pelos de punta…
¡porque lo hará! Lo está deseando. Desea trabajar contigo, desea amarte, darte un amor que nadie te podrá dar nunca. Es suficiente con tu sí, y en esta semana santa tienes una gran oportunidad, no la desaproveches. Jesús sale a la calle a buscarte, a poder mirarte. Y es que hay veces que no vamos a la iglesia a verle en el sagrario… así que ¡cambiemos! Que verlo en la calle sea una continuación de verle con frecuencia -vivo- en ese humilde trozo de pan. Y si ya lo visitas, ¡visítalo más!
Recuerda, la clave es no decirle nunca “basta”, sino “quiero más”.