No hay éxito sin compromiso

Catequesis

La pasada semana fui con mi nieto a dar un paseo. Era su cumpleaños y le acompañé para que se comprase un regalo. ¿Qué te piensas regalar?, le pregunté.

Una camiseta de basket, me respondió. No me extrañó su respuesta porque el baloncesto es una de sus grandes pasiones, pero sí que aproveché la ocasión para hablarle de un gran mito de ese deporte.

¿Conoces a Michael Jordan?, le volví a preguntar. Le denominaban el oro negro del basket. En los últimos minutos de los partidos se la jugaba muchísimo y aunque muchas veces acertaba en otras ocasiones no encestaba.

Le continúe alabando los grandes méritos de Jordan y le insinuaba que, en caso de querer comprarse la camiseta, su número tendría que ser el 23, el número de Jordan. Llegamos a la tienda y rápidamente se fue hacia las camisetas. Bien, pensaba yo, espero que se compre la camiseta del campeón. Se probó una, se probó otra y al cabo de unos minutos le dijo a la chica de la tienda: me llevo esta. Me fijé y se había decidido por una camiseta con el nombre de Pau Gasol. En parte, mi suposición había fallado, pero también este jugador me valía.paugasolmedalla--644x362 (1)

Nada más comprar la camiseta le pregunté: ¿sabes en qué se parecen Jordan y Gasol? Ni idea abuelo, me respondió. Los dos se comprometen por el equipo. Nadie podrá acusar a Jordan ni a Gasol de falta de pundonor. Al contrario, sus actitudes eran la de ser unos peleones, constantes en la lucha para ganar cada partido. Me parece, continué, que te vendría muy bien aplicar su ejemplo, en tu caso, a tu estudio y trabajo. Ya sé, que no eres una calamidad pero un poco mejor sí que lo puedes realizar y para ello, la perseverancia es necesaria y proporciona muy buenos resultados.

Pero abuelo, si habitualmente siempre apruebo, me dijo. Perfecto, añadí, pero sin embargo, observo que pasas de los sentimientos de entusiasmo a otros de cierta desidia cuando haces los deberes. Otras veces, el tiempo de estudio, lo conviertes en tiempo de mariposeo. Vas de una actividad a otras, de un libro a otro, pero sin detenerte lo suficiente en cada actividad para profundizar. Me imagino que recuerdas al poeta Virgilio. Recordarás que empleó veinte años en escribir La Eneida, en la que decía: “La labor perseverante vence todas la dificultades”. Y añadí: te voy a dar el siguiente consejo para que puedas mejorar en constancia: ayuda a ser constante la claridad en lo que se quiere, la concentración en unas pocas metas, la exactitud en lo que proyectas hacer cada día y que te exijas en los temas importantes.

Abu, lo que me estás pidiendo, comentó, es que sea un tío super-sacrificado. Y eso es mucho, muchísimo para mí.

Finalmente le indiqué: quizá te pueda servir conocer que Santa Teresa del Niño Jesús, cuando tenía quince años, le escribió una carta a su hermana Celina en la que le decía: “Querida hermana: un día sin sacrificio es un día perdido”. ¿Qué te parece?, le pregunté. ¿Qué me va  aparecer?, que fue una santa, y una santa, tiene que sacrificarse, me contestó. Lógico, añadí. Pero es que ser cristiano significa ser santo y la santidad de tíos normales como tú y como yo, consiste en cumplir muy bien con nuestras obligaciones y tener unos pequeños encuentros diarios con nuestro Padre-Dios, es decir, pequeños ratos de oración.

Se quedó callado unos segundos y al fin añadió: pues abuelo, la verdad es que nunca lo había pensado así. Creo que este consejo es mejor que si me hubieras regalado todas las camisetas de la tienda juntas porque las camisetas dentro de un tiempo pasaran de moda y se romperán, pero de que yo trabaje mi santidad hoy y ahora depende mi felicidad eterna.

No dije más. Mi nieto había captado la idea perfectamente. Y a vosotros que hoy leeis esto y que seguramente habéis empezado los estudios de nuevo hace poco, ¡mucho ánimo con ellos también!

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Post continuación de «El quicio»