Ven, siéntate, quiero hacerte el primer regalo de esta Navidad.

Cuando escuché a mi tía susurrarme estas palabras pude prever que esa Navidad había algo especial para mí.

Era 24 de diciembre, yo tenía 20 años y mi tía 32; las dos nos sentamos delante de la chimenea, ella dispuesta a hablar y yo deseosa de escuchar. Me miraba con sus ojos claros y brillosos, y su sonrisa cómplice; era la misma cara con la que me contaba la historia del amor de su vida, la misma con la que me hacía madurar y ser rebelde a la vez; era esa cara de amor que toda mi vida me ha estado enseñando a amar.

¿Qué es la Navidad, Mati?

Con confianza le respondí que era una época de alegría, de bienvenida; eran días de celebración porque el niño Jesús nacía y venía a llenarnos de buenos sentimientos a todos.

Mi tía me cogió las manos y se alegró de mi acertada respuesta, pero ella tenía mucho más para mí.

Llevas toda la razón, pero creo que no he formulado bien mi pregunta: ¿Cómo vives la Navidad, Mati?

Y antes de poder darle una respuesta, siguió:

Estoy segura de que sientes la magia de diciembre, no me digas que no porque a todos se nos despierta ese “algo” que trae diciembre todos los años, aunque no todo el mundo sea capaz de reconocerlo. Has de saber que ese “algo”, Mati, eso, es Dios; es el amor llamando a tu corazón. Déjalo entrar y compártelo, vívelo. Poco a poco te irás dando cuenta de que en Navidad los sentimientos se multiplican, pero no por la famosa nostalgia de los que no están – que en realidad, siempre están-, sino por la alegría de la espera; es tan bonito esperar, Mati, cuando lo que se aguarda es el amor… 

Estamos en días de espera, en días de esperanza, en días de fe. Es tiempo de desear con el corazón, de pedir, porque va a llegar. El deseo, si se pide desde el corazón, se va a cumplir. 

Por eso, Mati, quiero que siempre vivas la Navidad como cristiana, como católica, como sobrina, como hija, como nieta, como hermana, como amiga y, algún día, como esposa, como madre… Quiero que vivas ese “algo”, quiero que vivas a Dios. El amor vuelve a renacer una vez más en cada uno de nosotros, en esta familia, en todas las familias del mundo. 

Vamos a cuidarnos Mati, vamos a cuidarnos y vamos a querernos, vamos a disfrutar de mamá y papá, de la abuela con sus cenas y del abuelo con sus historias; vamos a compartir con los amigos y vamos a pasear mirando las luces, la alegría, las sonrisas. Vamos a cantar villancicos y vamos a bebernos una copita de anís; Mati, vamos a soltar alguna lágrima con la felicidad de los pequeños cuando abran los regalos y vamos a morir de nervios cuando alguien presente a un nuevo miembro de la familia. Y, sobre todo, vamos a estar juntos, los que estamos aquí y los que están en nuestros corazones porque la fe, el amor, la espera y la esperanza vuelven a nacer en nosotros.

Y con un abrazo más de hermanas que de tía y sobrina, la persona que más paz transmite de mi casa terminó un regaló que ha marcado todas las Navidades de mi vida; un regalo que cada año me hace repetirme la misma pregunta cuando llega ese mágico diciembre:

¿Cómo vives tú la Navidad?

Y ahora os hago yo a todos esa misma pregunta y os pido que penséis y que viváis la Navidad,  que sintáis la espera y que deseéis con el corazón.

<<Si lo pedimos y nos mostramos disponibles a lo que el Señor va a hacer en medio de nosotros con la Navidad, muchos a nuestro alrededor se alegrarán de nuestro “renacimiento”>>