¿Pedir? Gran manera de ganar en humildad

Catequesis

Sí, has leído bien: el post de hoy va de pedir. Mola, ¿no? Concretamente de pedir favores para ganar en humildad, ¿no os quejaréis del chollo eh? Jajaj. No es una contradicción como puede parecer, porque al pedir ya sabemos que una de las posibles respuestas es el «no».

Hay personas que se pasan la vida pidiendo cosas -es el caso opuesto-. Son los famosos amigos interesados, pesados o caraduras que todos tenemos. Pero también existe el otro extremo: el de aquellos que nunca piden por ese miedo al fracaso, a molestar, por el temor a quedar en deuda o porque la soberbia les dice que pueden solos. Ni uno, ni otro…

Por ello hoy te animo a que pidas ayuda cuando tu orgullo te diga que no necesitas de nadie. Pide que te expliquen algo cuando no lo entiendas, que no es robar tiempo a tu compañero sino dejarlo ser generoso contigo. Pide colaboración para el proyecto que llevas a cabo, que no es complicarle la vida a los demás sino querer ayudarlos a que crezcan y se impliquen a tu lado. Pide oraciones por lo que te inquieta, que no es preocupar al otro sino mostrarle tu confianza en él y en el Señor. Incluso pide que te dejen ayudar cuando sientas que contigo eso puede salir más fácil o mejor, que no es una muestra de prepotencia ni de creerte mejor sino de una humildad que nos hace vernos meros instrumentos en las manos de Dios.

Pedir por necesidad supone mostrarle al otro que «lo necesitas», ¡qué forma más bonita de salir de ti! Además, si nuestra intención es cambiar el mundo ¡qué poco podremos solos!

000_1897681_599683800113894_564796054_nY ya para acabar, sé agradecido. Pedir es otra buena forma de ganar en agradecimiento -¡sé agradecido aún cuando hagan cosas por ti sin que se las pidas!- y de buscar de qué forma devolver esos favores aunque seguramente te los hayan hecho de forma desinteresa.

La clave no está en no pedir sino en pedir, agradecer, sentirse en deuda y, si es necesario, devolver.