Navidad, qué más da

Cambiar el mundo, Navidad

Sin Autor

Hoy en día vivimos tan deprisa que casi no nos damos cuenta de lo que dejamos atrás. Todo se vuelve inmediato, superficial, fugaz. Y en medio de esa prisa, la Navidad parece haberse convertido en un estorbo, en un día más del calendario que muchos despachan con un “ya no tiene sentido”, como si la Navidad dependiera de su estado de ánimo.

Algunos incluso dicen que “la Navidad era antes, cuando las mesas estaban llenas y no faltaba nadie”. Es como si la magia dependiera del número de sillas ocupadas o de los cubiertos que hay en la mesa. Vengo a decir que no, que eso será porque tú lo digas. La Navidad no se marchó con nadie. La Navidad será del color que tengas tú en el corazón.

Porque la Navidad no nació para celebrar nuestra abundancia, sino nuestra necesidad. No nació para coronar nuestras fuerzas, sino para recordarnos que el mundo no puede salvarse a sí mismo. Y por eso, cuando todo parece más frágil, más vacío, más incierto, es cuando la Navidad recupera su verdad más pura: Dios nace precisamente donde falta todo lo demás.

Quizá lo hemos olvidado porque la sociedad se ha vuelto experta en fingir. Fingimos que no necesitamos ayuda, que podemos solos, que la vida es una carrera que se gana corriendo más que los demás. Pero la Navidad no encaja en ese absurdo teatro. La Navidad es un alto en el camino, un susurro que dice: “No tienes que salvarte tú. Ya viene quien puede hacerlo, celébralo con paz, alegría y amor”.

Y en ese silencio, en esa humildad, vuelve la memoria. La memoria de quienes nos enseñaron a vivir la Navidad cuando éramos pequeños, cuando no entendíamos nada, pero lo sentíamos todo. Ellos nos mostraron que la Navidad no era un espectáculo, sino una herencia. Que la alegría no venía de la mesa llena, sino del corazón dispuesto. Que la esperanza no era un lujo, sino una forma de mirar.

Por eso, aunque falten voces, aunque la mesa esté más vacía – o más llena-, aunque el mundo diga que ya da igual, la Navidad sigue siendo necesaria. No para repetir lo de antes, sino para recordar lo esencial y honrar a quienes nos enseñaron a celebrarla. Para que su luz no se apague en nosotros.

Porque la Navidad no depende del mundo. Depende de un Niño que nace. Y mientras Él siga naciendo, siempre habrá algo que salvar, algo que esperar, algo que celebrar.

Óscar Rodríguez