La pregunta que titula este artículo es desconcertante para muchas personas, porque solemos creer que la Fecundación in Vitro (FIV) no daña a nadie, que es la manera cómoda y segura de asegurar que los matrimonios que atraviesan la infertilidad puedan tener un hijo.
Aunque en ese debate pueden darse muchos otros, como el de la adopción, qué rol ocupan los hijos en el plan familiar y en la historia individual, la dignidad del matrimonio, la dignidad y seguridad de los embriones congelados o las prácticas conectadas a la FIV como la de los vientres de alquiler, en esta ocasión vamos a referirnos a un pequeño punto: el daño que la Fecundación in Vitro genera a los niños concebidos de esta manera.
Un tema no menor ni ajeno
La semana pasada, la asambleísta ecuatoriana Annabella Azín, en el marco de un debate legislativo al respecto en el pleno local, aseguró sin ningún problema que los niños concebidos por FIV no tienen mayores problemas que los concebidos naturalmente.
Esta es una falsa creencia de muchas, muchísimas personas. Incluso en el ámbito católico. Probablemente esta mentira, principalmente alimentada por el gran negocio de las clínicas de fertilidad, sea una de esas donde nos dejamos engañar, en la desesperación de no saber qué más hacer.
Lo cierto es que la evidencia científica es contundente, y para ello, quisiera citar la revisión más completa sobre la salud de la población in Vitro, financiada -y ocultada- por la Unión Europea, debido a sus resultados desfavorables con el negocio de la reproducción humana asistida, divulgada al público en general por su autor, el Dr. Francisco Güell, en el libro El último in Vitro. Para quien quiera saber más del tema, esta es una lectura obligada. Sin más preámbulo, vamos allí.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de FIV?
En primer lugar, debemos tener en cuenta que cuando hablamos de FIV no sólo hablamos de FIV. Por ella, solemos referirnos a la Fecundación in Vitro propiamente dicha, y a otras dos prácticas de reproducción humana asistida, como son la Inseminación Artificial (IsA) y la Inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI, por sus siglas en inglés).
Si debiéramos separarlas, diríamos que la IsA “consiste en introducir en el útero una cantidad de espermatozoides previamente procesados para aumentar la probabilidad de que se dé una fecundación” (Güell).
Por su parte, la FIV es la “fecundación del óvulo con el espermatozoide, fuera del cuerpo de la mujer, en un laboratorio, con posterior transferencia del embrión al cuerpo de la mujer” (Güell).
Este método puede realizarse con gametos (óvulos y espermatozoides) de la propia pareja o con donantes. Incluso es posible recurrir a una madre sustituta (una mujer que lleva el embarazo), en casos como los vientres de alquiler. Esto mismo ocurrirá con la ICSI.
Y finalmente, la inyección intracitoplasmática de espermatozoides “consiste en inyectar un espermatozoide seleccionado” (por sus características físicas externas, en un examen poco detallado ni minucioso que asegure su calidad real) “en un óvulo para lograr la fecundación, y posteriormente, transferir, como en la FIV, el embrión al útero” (Güell).
Los daños, de mayor a menor, daños en fin
Por si hiciera falta y a riesgo de ser redundante, vale aclarar que esta última técnica se diferencia de la FIV ya que mientras la FIV consiste en tomar un grupo de espermatozoides y esperar que alguno fecunde por sí solo el espermatozoide en el laboratorio. En el caso de la ICSI se selecciona uno solo y con una aguja se lo fuerza a entrar dentro del óvulo.
Es por esa razón que la ICSI es la que más daño genera a los niños concebidos por esta técnica, seguida por la FIV y luego, por la IsA. Cuando más invasiva es la técnica (lavado y centrifugación de semen, procesos de selección de espermatozoide, y su manipulación en ICSI, tratamiento hormonal, manipulación del óvulo, biopsia del embrión, crioconservación de gametos y embriones, distintos medios de cultivo, condiciones de pH y temperatura, luz, implantación y otras condiciones de incubación), mayor es la probabilidad de que esas manipulaciones artificiales en etapas cruciales del desarrollo.
¿Manipulaciones? Sí, como son las primeras divisiones del embrión y la manipulación de las gametas. Estas producen mutaciones epigenéticas que den lugar a enfermedades y problemas metabólicos que el niño cargará durante toda su vida.
Una explicación del origen de las enfermedades
En las gametas, esto se debe a que la maduración de los óvulos y la maduración y capacitación de los espermatozoides requiere del medio femenino para terminar su proceso. En el caso de la maduración de espermatozoides, es la única que se realiza en el entorno masculino.
Es decir, precisa del ambiente físico-químico que generan la fisiología y el metabolismo de la mujer y del hombre. Si este proceso no es adecuado, las gametas no tienen la calidad suficiente para que los niños nazcan sanos.
En el caso del embrión, las primeras etapas, antes y después de la implantación son esenciales para la reprogramación epigenética. Es decir: un proceso enorme de borrado y reconstrucción epigenética.
En la naturaleza, esto ocurre en el medio femenino pero en la FIV, esto pasa en el laboratorio y se reemplazan ese medio femenino por el medio de cultivo y los factores de crecimiento que no han demostrado ser suficientes para que el niño pueda nacer sano.
Esto se debe a que para la ciencia, el ser humano sigue siendo un misterio sin resolver, hasta en la interacción de partículas dentro de su cuerpo. Es por eso que en estas etapas, los embriones y gametos son realmente susceptibles a sufrir daños o mutaciones importantes que luego impactan en la vida de los niños.
Los riesgos
Cuanto más temprana sea la mutación, mayor será la afectación que genera. Y esto no es una teoría conspiranoica.
Por ejemplo, si hablamos de riesgos a lo largo de la vida, encontramos que las personas concebidas in Vitro tienen más riesgo de desarrollar enfermedades a futuro, en comparación con las personas concebidas naturalmente.
Así, presentan: 28% más asma, 35% más espectro autista, 71% más epilepsia, 74% más hipertensión arterial, 146% más cáncer hepático, 68%-157% más tumores del sistema nervioso central, 160% más parálisis cerebral, 163% más leucemia mieloide aguda, 263% más Linfoma de Hodgkin, 344% más tumores renales, 67%-413% más leucemias, y 680% más retinoblastomas.
Si, además, estos niños in vitro han sido crioconservados durante su etapa embrionaria, a los riesgos de salud, también se suman: 20% más defectos no cromosómicos (que los niños concebidos naturalmente), 41% más diabetes tipo I, 66% más leucemia linfoblástica aguda, 74% más defectos blastogénicos como anencefalia o espina bífida, holoprosencefalia, síndrome de Treacher Collins, defectos de extremidades o defectos cardíacos, 74% más hipertensión, 87% más melanoma, 102% más problemas cardiovasculares, 143% más cáncer general pediátrico, 146% más cáncer hepático, 187% más leucemia, 215% más alergias, 284% más trastornos del lenguaje, 476% más tasas positivas de alérgenos alimentarios, y 682% más tumores del sistema nervioso simpático.
Lo que no se quiere, se mata
Es necesario remarcar que muchos de los defectos que se pueden detectar mediante pruebas genéticas preimplantatorias, se evitan. De modo tal que estos niños se abortan antes de nacer, por considerarse embriones defectuosos.
Según la Sociedad Española de Fertilidad, en su informe del 2022, el 22% de las gestaciones in Vitro terminaron en aborto. Y cuando las mujeres son mayores de 40 años, este porcentaje es aún mayor: 40% (si fue FIV o ICSI con gametos propios; y del 50% si fue IsA con gametos propios).
Sin embargo, a pesar de que hay riesgos detectables, hay otro grupo de estudios que revela los riesgos de defectos congénitos que pueden manifestarse o detectarse antes del nacimiento o al poco tiempo de nacer en personas concebidas por in vitro. No los nombraremos aquí, por ser muy extensos. Pero pueden consultarse en la revisión hecha por el Dr. Güell, en el capítulo 2.
Nacimientos prematuros y otras consecuencias no menores
Además, los niños in vitro tienen más probabilidades (respecto de los concebidos naturalmente) de nacer prematuramente (104% de nacer antes de las 37 semanas, y 227%, de nacer antes de las 32 semanas) y tener bajo peso al nacer: 70% de nacer con menos de 2,5 kg y 200% de nacer con menos de 1,5 kg.
Además, respecto de los concebidos naturalmente, tienen un aumento del: 100% para precisar cuidados intensivos al nacer, 120% más muerte perinatal (muerte en los días previos o posteriores al parto), y 880% más padecimiento de convulsiones neonatales (indicador de existencia de patología neurológica grave en período neonatal).
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En definitiva, los números hablan solos, y queda claro que ese mito del “sin daño” es algo que solamente le sirve a las clínicas de fertilidad que cobran desde 4 mil dólares un ciclo de FIV.
Como sea, hemos dejado que la mentira se expanda y esta realidad toca hoy a cerca de 12 millones de personas en el mundo que tuvieron la “suerte” de ser el embrión elegido e implantado y hoy cargan con estos problemas.
No contamos a los millones que han muerto en los laboratorios ni a las que permanecen aún hoy congeladas en estado embrionario. Quizás todo hubiera sido más fácil si hubiéramos sabido desde el principio todo esto, si al enterarnos de un amigo que va a empezar con técnicas de reproducción humana asistida, nos hubiéramos animado a revelarle estas verdades científicas.
¿Es justo condenar a un hijo a una vida de dolorosos problemas de salud, completamente evitables, solamente porque querías tu ADN en alguien más?
Lupe Batallán para Ama fuerte







