¿Te suenan algunas de las siguientes frases?:
- “Sí, me gritó y dijo cosas hirientes, pero es porque estaba estresado/a, –en el fondo es bueno/a-“
- “Me hace culpable por todo, pero es porque me ama demasiado y tiene miedo a perderme, –en el fondo es bueno/a-“
- “Me hace sentir inseguro/a con sus actitudes, es que no se da cuenta que me afecta, tal vez no me sé explicar bien, sé que –en el fondo es bueno/a-“
- “Me controla todo, pero es porque quiere protegerme, –en el fondo es bueno/a-”
- “No apoya mi sueño, no es que no crea que puedo lograrlo, es que tiene sus propias frustraciones, –en el fondo es bueno/a-“
- “No me escucha ni me presta atención, pero es que tiene muchas cosas en la cabeza, –en el fondo es bueno/a-“
- “A veces me siento invisible, pero entiendo que no sabe cómo expresar lo que siente por mí, –en el fondo es bueno/a-“
- “Nunca me incluye en sus planes, sé que le cuesta comprometerse, pero –en el fondo es bueno-“
¿No es ridícula su justificación? La frase “pero en el fondo es bueno” puede parecer una expresión compasiva. Muchas veces actúa como una venda emocional que tapa heridas que merecen atención y actitudes y acciones insanas que deben ser tratadas. ¿Por qué una persona justifica situaciones que le hacen daño? Te dejo algunas razones.
Escudo de consuelo
Muchas veces, esa famosa venda en los ojos del corazón, funciona como un escudo de consuelo, porque nos protege de una verdad que duele. Intenta minimizar el daño ocasionado. Se trata de una estrategia inconsciente que rechaza la realidad dolorosa o amenazante, intentando aplacar el dolor, la decepción o el conflicto interno.
En lugar de enfrentar la realidad, nos desestabiliza con la construcción de una narrativa que nos consuela. Es vivir en una negación que viene a disminuir la angustia. Por lo general, este mecanismo de defensa lo llevan a cabo personas que han vivido el mismo o similar episodio insano, tóxico o violento en la infancia.
Estas personas, en su inconsciente, guardan la sensación de incapacidad de defensa. Por eso recurren a este mecanismo ya utilizado con anterioridad. Este escudo, como mecanismo de defensa, puede ser útil para amortiguar el impacto emocional inmediato.
No obstante, a largo plazo, si lo adoptamos como una nueva normalidad, puede impedir el procesamiento saludable de emociones. Así, da como resultado la aceptación absoluta de las situaciones dañinas y, como consecuencia, la otra persona se sentirá validada en su accionar.
Incapacidad de percepción de realidad dañina
No siempre es fácil catalogar a una persona como “dañina” o “tóxica” o una relación como “contaminada”. En las películas de ficción el villano es siempre villano, pero en la vida real, también puede ser una persona que presente cualidades virtuosas.
Dentro de la dinámica de una relación, a lo largo del tiempo, existen pequeñas lunas de miel, que hacen permanecer viva la esperanza de un amor sano. Uno intenta aferrarse a ese momento tomándolo como la verdad de la relación.
También existen lapsos donde las palabras y los actos generan tristeza, dolor y ansiedad. Entonces la pregunta es: ¿esa luna de miel justifica el daño? ¿Ese “fondo bueno” compensa una superficie hiriente?
Cuando comenzamos a justificar lo injustificable, corremos el peligro de perder la claridad de lo que realmente sentimos. Comenzamos a dudar aún de nuestras propias percepciones, haciéndonos responsables de cargas emocionales que no nos competen. El amor, el amor sano, no debería requerir que te traiciones a vos mismo.
Idealización peligrosa
Idealizar a alguien es ver lo que deseas ver, no lo que realmente es. El “fondo bueno” puede ser una fantasía que tapa patrones tóxicos, ignora señales de maltrato, manipulación o falta de responsabilidad emocional.
Esta idealización nos desconecta con la realidad, se crea una imagen mental que no coincide con los hechos. Vivir esta fantasía pone en riesgo la integridad de nuestra autoestima.
Colocar en un pedestal a una persona que nos trata con desmerecimiento, solo genera que la virtud de la admiración se vuelva sumisión, que el amor propio mengüe y se cree una dependencia emocional con necesidad de aprobación constante. Así el otro se vuelve el centro de nuestro equilibrio y quedamos en un lugar de extrema vulnerabilidad.
Herida en el alma
No querer o no poder ver, también refleja una herida: el miedo a aceptar que alguien a quien amamos no está dispuesto a tratarnos con respeto, crecer o sanar. Cuando ya hay una herida sangrando, no soportaría una grieta más.
Esto puede nacer de una carencia afectiva, una necesidad de ser amado, o una situación de daño que aún no ha sido superado. A veces buscamos en la otra persona lo que nos faltó en la infancia o en relaciones pasadas, sosteniéndonos con la idealización.
Experimentamos, así, una lucha entre lo que se siente y lo que se cree que debería sentir. Es una forma de sobrevivir cuando no se encuentra la salida. También es señal de que el alma está pidiendo a gritos auxilio.
Siempre insisto en algo muy sencillo pero profundo: antes de pensar en ser un plural, tenemos que ocuparnos de ser un buen singular. Esto es, trabajar en nuestro ser, para tener emociones y autoestima sana, porque una persona con su alma fortalecida se vuelve imposible de ser manipulable.
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Entonces, las red flag que no quiero ver son
- si te mantiene en modo “rescate”,
- si siempre tenés que tapar y/o justificar sus acciones,
- si estás constantemente tratando de salvarlo/a, enseñarle,
- o esperando que “algún día” se alinee con su supuesta bondad.
Déjame decirte que estás atrapado/a en una relación de esperanza, no de realidad. ¿Y entonces? Tendrás que entender que la verdadera bondad no necesita excusas.
La verdadera bondad tiene como fruto admiración mutua, crecimiento conjunto, respeto constante, fortaleza en los conflictos, sin herirte. El amor sano, maduro, reconoce la luz y la sombra, elige y decide con sabiduría. Es hora de desechar la venda de las emociones del alma.
para Ama Fuerte







