¿La convivencia previa asegura el matrimonio?

Amor, Catequesis, Noviazgo

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Cuando empezó la pandemia en el 2020, la falta de conocimiento acerca del coronavirus incentivó a que se divulgaran medidas de protección un poco exageradas. Por ejemplo, en alguna ocasión, el Estado peruano permitió solo a los hombres hacer las compras del mercado, porque las mujeres se mostrarían más vulnerables a contagiarse. Parece chiste, pero es anécdota. A veces la incertidumbre nos hace tomar decisiones basadas en alguna estadística, decisiones que suenan razonables, sin necesariamente resultar eficientes.

En la actual crisis del matrimonio, momento en que los divorcios incrementan como una epidemia mundial, sucede algo parecido. Se propone la convivencia prematrimonial como la solución para evitar las separaciones de pareja. Al igual que lo que nos ofrecen Spotify o Netflix, suena lógico tener una experiencia “freemium”, antes de tomar una suscripción para toda la vida. Pero, ¿qué tan efectiva es esta alternativa? Analicemos algunos de sus argumentos más comunes.

#1 Te ayuda a evaluar los verdaderos defectos

Dejar la toalla húmeda en la cama o no bajar la tapa del inodoro pueden parecer detalles sin importancia en una relación. Sin embargo, algunos hábitos desordenados que se acumulan en el tiempo pueden terminar acabando la paciencia de alguien. Definitivamente, hay defectos que no se ven hasta después de vivir juntos. Pero la convivencia prematrimonial no es la medida precisa para solucionarlo. Piénsalo: quizás te enfrentes a defectos que nunca desaparecerán.

Así como en nuestro trabajo podemos fastidiarnos por el desorden colectivo de la oficina, o así como en los viajes con nuestros amigos podemos pelearnos porque alguien no lava su propio plato, la respuesta no está en expulsar a quien no se adapta al bien común. Lo que aporta a mejorar la experiencia es dejar reglas de convivencia y roles claros en el espacio que se comparte.

A lo largo del tiempo, algunos se contagiarán de los buenos hábitos de su pareja. Otros disminuirán sus defectos, o trabajarán por combatirlos. Y quienes no puedan dejarlos tendrán que mostrar otras virtudes para mantener la relación en armonía. En el matrimonio también evaluarás tus propios defectos y los de tu relación; pero la diferencia con la convivencia prematrimonial es que estás decidido a continuar la suscripción, a trabajar por aquellos problemas que afectan al bien común, y quizás al de tu pareja o al beneficio propio.

#2 Evalúa la compatibilidad sexual

¿Cuántas veces hemos sido los mejores en alguna disciplina desde el primer momento que comenzamos a hacerlo? ¿Quién recuerda su primer beso como el mejor de su historia? En todo lo que podemos hacer mal, la solución no es evaluar y dejar de hacerlo, sino seguir intentándolo. Además, no olvidemos que no estamos hablando de ganarle partido de tenis a Rafael Nadal o de hacer piruetas futbolísticas como Ronaldinho. Estamos hablando de sexo. Somos seres naturalmente sexuales, y ello quiere decir que, para llegar a la satisfacción mutua. no se requiere de mayor reto: estamos diseñados para lograrlo. Quizás no la primera vez, pero sí a corto plazo.

Además, ¿es verdad que la convivencia prematrimonial te asegura un sexo más pleno? ¿No será que esa destreza se adquiere con empatía, para que el otro se sienta querido de verdad? ¿Con diálogo abierto, para descubrir lo que a la pareja le gusta, y con paciencia para mejorar? Más que pensar en una convivencia previa, el matrimonio debe evaluar esos puntos si quiere dominar el sexo.

#3 Te permite saber si tu pareja cambia

Todo es muy bonito cuando hay ilusión en una relación, pero, ¿qué pasa si esto cambia? ¿Qué pasa si tú o tu pareja dejan de amar como lo hacen actualmente? No pensar en esto es ignorar una realidad muy importante: todos cambiamos.

A lo largo de nuestras vidas, pasamos por etapas con inevitables sucesos que influirán en nuestra personalidad, para bien o para mal. Cambiamos cuando nos quedamos sin trabajo, cuando nos embarazamos, cuando tenemos pérdidas de seres queridos, cuando conseguimos un excelente trabajo, cuando somos padres, cuando somos abuelos… En fin: ¡cambiaremos hasta el último día de nuestras vidas!

¿La convivencia prematrimonial hará que los cambios no nos afecten negativamente? Lo que verdaderamente está en nuestras manos es elegir a aquella persona con quien viviremos el carrusel de la vida. Y con quien haremos un pacto para que, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo, nos mantengamos fieles.

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En plena crisis de matrimonios, la convivencia antes del matrimonio suele mostrarse como una alternativa. Pero, ¿no será que termina siendo un tanto simplista e imprecisa? Puede finalmente ignorar las verdaderas soluciones a los problemas que plantea resolver.

Este artículo no pretende juzgar a quienes han decidido convivir y no casarse. Yo particularmente admiro a parejas convivientes que luchan por su relación con el mismo espíritu que un buen —es decir: no cualquier— matrimonio. Mi intención es calmar los miedos comunes que muchos traen el crecer en una familia disfuncional o el ver cada vez más divorcios. No estamos destinados a separarnos, como indican las estadísticas. Aspiremos a matrimonios sólidos, que no dilatan la decisión de casarse si ya lo ven conveniente. Y que no se pongan a prueba a ver si funcionan: que, por el contrario, estén determinados a que funcionen, tomando las medidas correctas. Impulsemos a que este tipo de relaciones aumenten cada vez más, porque es lo que una sociedad emocionalmente herida necesita.

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