Naturalmente y sin darnos cuenta, nos movemos permanentemente en busca de la felicidad, del sentirnos bien. El amor se relaciona íntimamente con esto. Ya se ha estudiado en Harvard Study of Adult Development -y demostrado- que las relaciones humanas son las que garantizan la verdadera felicidad.
A esta afirmación, la podríamos definir como una sensación de plenitud estable y no exclusivamente dependiente de sentimientos. De igual manera, no es posible una situación permanente inalterable de estabilidad.
Tenemos una inclinación hacia lo torcido que debemos enderezar y reconocer para conducirlo. Esto juega parte en la madurez que nunca acaba.
Como persiguiendo con sed insaciable
Vivimos inmersos en un mundo lleno de posibilidades y oportunidades que parecen estar al alcance. Quizá porque actualmente existen muchas facilidades y actitud de perseguir o cumplir metas, deseos u objetivos.
El hecho de estar siempre conectados, compartiendo cada logro, viaje, momento de la vida, aumenta esa natural comparación permanente que en cierta manera contagia. Lo real es la autenticidad de cada persona con cada historia que la llevará a su vida plena, por más de que hoy no lo parezca desde afuera.
Solo puede saberlo quien lo vive y hoy no está de moda ir por profundos ideales o sueños inscriptos en el corazón. Basta vivirlos de cerca para darnos cuenta, aunque enseguida lo neguemos por buenas excusas, que no son más que egoísmos.
Creer que hay que renunciar en la lucha por construir el buen amor porque no me siento bien (negándome y reconociendo mis errores para pulir mi mejor versión) es un hecho actual que quiebra muchas relaciones y familias donde cada uno solo se busca a sí mismo.
Enamorarse
De todos los testimonios reales, conocí unos novios con una historia de película. De esas de época en las que saben esperar y tienen sus tiempos de suspenso. El muy romántico y ella también, se conocieron en un Oratorio y enseguida él la invitó a tomar algo en ese momento. Antes de ponerse de novios, él le propuso no verse esa semana y le entregó una caja con cartas y mensajes para cada día.
Así, también, antes de casarse, nunca voy a olvidar cuando ella comenzó contando su historia con esta afirmación: nosotros no nos enamoramos a primera vista, no estábamos enamorados. Ahí lo entendí todo: se fueron enamorando. Por su puesto que se gustaban y muchas cosas mutuamente iban enamorando al otro y así, avanzando, funcionaba. Sin embargo, yo no podía creer que aquella pareja perfecta hubiera empezado así. Pues de eso se trata.
Amor verdadero
Mi historia también comienza por el estilo, razón por la cual pasamos una y mil crisis que llevaron a un corte definitivo y necesario para poder ver con claridad. El amor verdadero es mucho más que sentimientos. Ante todo, es saber esperar, virtud para siempre necesaria en todo proceso. Esto es conocimiento y elección de alguien distinto a mí, porque uno no puede amar lo que no conoce.
El amor verdadero en cualquiera de sus niveles o tipos de amor, es fiel, es decir que a pesar de todo uno busca querer, cuidar, darle al otro lo mejor. De ahí la realidad de amar como a uno mismo y para ello es importante saber lo que es amar.
Tenemos sobrados ejemplos y sabemos la mejor fuente de donde buscarlos, el modelo. Conocer a alguien para elegirle durante toda la vida, es un camino que requiere desde el inicio y hasta el final mucha humildad. Ser objetivos pidiendo buen consejo si fuera necesario, y muy sinceros con uno mismo. Cuando aparecen esas contradicciones, como ruidos internos, algo que no cuadra, es muy importante exponerlo y hablarlo.
Será un hecho y prometerán estar juntos para toda la vida. Es preferible un momento de incomodidad, a un compromiso que habremos asumido para siempre.
Manejo de emociones
La parte más difícil en una relación, como decíamos, es reconocer los errores propios. Quedamos expuestos, ante el otro, porque de a poco se desnuda el alma compartiendo todo lo que somos y hacemos.
Entonces, nuestra personalidad madura logrando poco a poco asumir nuestro rol y hacerlo propio. No por inercia, sino eligiéndolo.
Las ganas, presentimientos o intuiciones son una parte muy superficial de nuestra psiquis. Veamos, por ejemplo, a los niños, cómo les cuesta manejar sus impulsos. Los adultos que ya tomamos decisiones, aprendemos a sostenerlas y perfeccionarnos con ellas. Es decir, ser cada vez mejor profesional, mejor padre, mejor esposo.
El plano importante es el del alma, que se encuentra más profunda al pensamiento y a la que debemos cuidar, porque allí impacta cada decisión. Esta parte que no dejará de existir aun cuando nuestra mente muera con nuestro cuerpo. No queremos haber vivido para ellos cuando sabemos que solo nos habrán traicionado. Queremos cumplir el gran proyecto de nuestra corta vida y en este caso unidos a quien es parte de ella.
***
Terminamos este artículo con las siguientes sabias palabras de San Josemaría Escrivá:
“Amor verdadero es salir de sí mismo, entregarse. El amor trae consigo la alegría, pero es una alegría que tiene sus raíces en forma de cruz. Mientras estemos en la tierra y no hayamos llegado a la plenitud de la vida futura, no puede haber amor verdadero sin experiencia del sacrificio, del dolor. Un dolor que se paladea, que es amable, que es fuente de íntimo gozo, pero dolor real, porque supone vencer el propio egoísmo, y tomar el Amor como regla de todas y de cada una de nuestras acciones.”
Mariana Alonso para Ama fuerte