Cuando escuchamos que la Iglesia Católica dice “no” a los anticonceptivos, muchos lo interpretan como una prohibición anticuada, sin sentido o lejana a la vida real de las parejas. Lo cierto es que detrás de este “no” hay un gran “sí” a la vida, al amor y a la dignidad del matrimonio.
Hoy quiero contarte, de manera sencilla, por qué la Iglesia invita a los esposos a vivir su fertilidad con responsabilidad y apertura, y cómo esto no es una carga, sino una oportunidad de amar más profundamente.
Responsabilidad y apertura
San Juan Pablo II, en la Teología del Cuerpo, explica que el amor conyugal tiene cuatro características: es libre, total, fiel y fecundo, es decir, un amor verdadero total, sin condiciones.
Cuando una pareja usa anticonceptivos, de alguna forma le dice al otro: “Te recibo, pero no del todo. Te acepto, pero no con tu fertilidad”. Es como si hubiera un pequeño asterisco en la entrega.
En cambio, cuando se vive la sexualidad sin anticoncepción, los esposos se entregan en plenitud. Es decir, se entregan con todo lo que son: amor, cuerpo, alma y, también, fertilidad.
Vivimos en una cultura que muchas veces presenta a la fertilidad como algo incómodo, un problema o incluso una enfermedad que hay que controlar. La visión cristiana es distinta: la fertilidad es un don, un signo de salud, y una participación en el poder creador de Dios.
Cuando una pareja decide bloquear ese don con anticonceptivos, pierde de vista que cada acto de amor está llamado a ser abierto a la vida. Eso no significa que cada encuentro deba resultar en un embarazo, sino que debe respetar la posibilidad natural de la vida.
Aquí surge la pregunta práctica: “¿Entonces debemos tener hijos sin medida?”. La respuesta es no. La Iglesia habla de paternidad responsable.
La paternidad responsable implica que los esposos pueden discernir, en diálogo con Dios, cuándo es el momento adecuado para acoger un nuevo hijo. Ese discernimiento se hace desde las dimensiones sociales, económicas, físicas, psicológicas.
La diferencia está en el cómo
La anticoncepción corta artificialmente la fertilidad. En cambio, la planificación familiar natural (como el método Creighton o el Billings) respeta el cuerpo, permite reconocer los días fértiles e infértiles y tomar decisiones en pareja sin alterar la naturaleza.
Aquí no se trata de controlar la fertilidad, sino de cooperar con ella. Muchas veces creemos que las normas de la Iglesia solo nos quitan algo, pero la realidad es que traen frutos muy concretos:
Algunos de estos frutos son los siguientes:
- Mayor comunicación en el matrimonio: las parejas que usan métodos naturales hablan más sobre sus deseos y decisiones;
- Respeto mutuo: el esposo aprende a valorar el cuerpo de su esposa y ambos se reconocen como colaboradores, no como objetos de placer;
- Intimidad más profunda: el amor no se reduce a lo sexual, sino que se amplía a otras formas de ternura y cuidado;
- Salud física y emocional: evitar los efectos secundarios de anticonceptivos hormonales y aprender a reconocer el cuerpo.
Algunos estudios muestran que las parejas que practican métodos naturales tienen índices más bajos de divorcio (ver: Shaeffer, “Natural Family Planning and Marital Dynamics”, Linacre Quarterly, 2015).
Te lo cuento con un ejemplo…
Imagina que tu esposo te regala una carta escrita con todo el corazón, pero al final arrancas una página porque no quieres leer esa parte. Algo se pierde, ¿cierto? Eso mismo pasa cuando excluimos la fertilidad del amor conyugal. Es como romper una página de la historia que Dios quiere escribir en sus vidas.
En cambio, cuando reciben la totalidad del don, incluso con sus desafíos, viven un amor que abraza la realidad entera del otro. Entonces, decir “no” a la anticoncepción no es un capricho de la Iglesia. Es un sí al amor de Dios, que quiere que el matrimonio sea un reflejo de su amor creativo.
Cada vez que una pareja vive su intimidad abierta a la vida, aunque no siempre llegue un hijo, está diciendo: “Señor, confiamos en Ti, queremos amar como Tú amas”. Esa confianza transforma al matrimonio y lo hace fecundo, incluso más allá de los hijos: en el servicio, la generosidad y el testimonio.
Fuentes
Juan Pablo II, Audiencias Generales sobre Teología del Cuerpo, 1979-1984.
Pablo VI, Encíclica Humanae Vitae, 1968.
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2368
Papa Francisco, Amoris Laetitia, n. 80-82.
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Entonces, la Iglesia no está en contra del placer, del amor ni de la alegría de la intimidad matrimonial. ¡Al contrario! Está a favor de que vivamos un amor auténtico, pleno, sin condiciones. El “no” a la anticoncepción es, en el fondo, un gran “sí” al amor verdadero, a la dignidad del matrimonio y a la vida”. ¿Y tú te animas a redescubrir la belleza de vivir tu amor conyugal tal como Dios lo soñó?
Publicado en Ama Fuerte