¿Hay incompatibilidad entre razón y Fe?

Fe

Sin Autor

“No actuar según la razón, no actuar con el logos es contrario a la naturaleza de Dios”
Manuel II el Paleólogo, Emperador de Bizancio

La importancia de estas palabras radica en la esencia, en el logos, en la necesidad del hombre de conocer la verdad. Para llegar a ella, la humanidad no ha cesado de preguntarse constantemente sobre cuestiones, que muchas veces tienen difícil respuesta, porque se pueden mover en niveles distintos o porque simplemente podrían parecer contrapuestas. Esto es lo que sucede cuando nos referimos a la razón y la fe, ¿Qué debería tener preferencia la fe o la razón? ¿una condiciona a la otra?, ¿si optamos por la primera deberíamos prescindir de la segunda? La razón se mueve en el campo de lo tangible, lo empírico, y la fe en el de lo no tangible.

Probablemente fue san Agustín, en el siglo IV, el primer gran pensador al que invadió la inquietud de indagar sobre la relación entre filosofía y teología dirá “credo ut intellegam, intellego ut credam” (creo para comprender y comprendo para creer), es decir, la fe ayuda a la razón y la razón ayuda a la fe. Durante el siglo XII, el pensador judío y cordobés Maimónides intentó conciliar la Torá y el Talmud con el pensamiento aristotélico, aún considera que la razón tiene sus límites y frente a esta realidad tiene que prevalecer la fe.

En el mismo siglo, otro cordobés, el musulmán Averroes, dijo que la filosofía y la religión son los caminos a través de los cuales se llega a la verdad, por lo que nunca podrían estar en oposición. Y ya será en el siglo XIII, cuando santo Tomás de Aquino hermana de forma definitiva los caminos de fe y razón; ambas son autónomas, pero sin excluir la colaboración mutua; apela al “alma intelectiva”, el cual es inmortal por ser inmaterial y tiene la cualidad de ser no corruptible.

Por lo tanto, el hombre en su intento incesante de conocer la verdad, de exponerse a la verdad, corre el riesgo de encontrarse con algo que le comprometa. Y la verdad, a quien la encuentra, le pide algo a cambio, en primera instancia reconocerla. Hemos de tener en cuenta que la mayoría de las cosas que sabemos las conocemos por fe: alguien que tiene crédito para nosotros nos dice algo y razonablemente lo creemos.

Ante un hecho histórico del pasado creemos, tenemos fe, en que el historiador se habrá documentado de forma conveniente para asegurar lo que nos relata en ese hecho. Luego en lo que no podemos caer es en planteamientos excesivamente racionalistas que entiendan que el valor del conocimiento se basa exclusivamente en una argumentación racional o deductiva. Estaríamos cayendo en un “reduccionismo” que limitaría nuestras posibilidades, ¿dónde se encontraría el ámbito del espíritu?, ¿y el del alma?

Juan Pablo II en su encíclica “Fides et Ratio” (1998), considera que fe y razón son fundamentales para llegar a la verdad. Pide hacer un esfuerzo para que la filosofía y la religión encuentren un camino juntos, y considera que la filosofía es una ayuda importante para la “inteligencia de la fe”.

 

En referencia a la ciencia y a los desarrollos tecnológicos en la actualidad, incide sobre un asunto mayor, el hombre está creando la idea de ser autosuficiente y relativiza todo, basándose exclusivamente en criterios pragmáticos. Para la neurociencia no hay dimensión humana más allá del cerebro, cree en una existencia espiritual pero separada de la razón, pero como ya adelantó santo Tomás,” no puede haber consciencia no corpórea y cuerpo por separado”

El hecho de creerse con esta autonomía moral y técnica genera un ateísmo, no declarado, que puede ser más peligroso que el declarado, ya que el hombre deja de cuestionar su identidad y su verdadero fin; y como relativiza todo, no cree en la necesidad de los valores absolutos. En este sentido deberíamos rescatar las palabras de san Agustín, cuando dijo: “he encontrado a muchos hombres que querían engañar, pero a ninguno que se dejase engañar”. Eso es lo sustancial de la idea, el hombre en la actualidad se deja engañar debido a que deja de preguntarse por las cuestiones importantes de la vida. Tiene su vida llena con trivialidades tecnológicas y audiovisuales, de tal forma que lo empírico, lo práctico sobrepasa cualquier intento de reflexión razonada.

En esto consiste el ateísmo no declarado. Debemos reconocer que la ciencia nunca se podrá ocupar de las cuestiones esenciales para el hombre tales como las concernientes al sentido de la vida y la muerte.
Llegados a este punto de la sociedad actual, en el que la razón obvia a la fe y a su sabiduría aparece la laicidad que nos aleja de las raíces de las que venimos, lo cual no es razonable, y al olvidarnos de nuestra herencia – helénica, romana y cristiana- aparece la descomposición. Este es el problema que Europa está sufriendo en la actualidad.

Si volvemos a la cita inicial del Emperador Manuel II (No actuar según la razón, no actuar con el logos es contrario a la naturaleza de Dios), nos damos cuenta de la necesidad de la razón. La cita fue empleada por el papa Benedicto XVI en su famoso discurso en la Universidad de Ratisbona de 2006. El papa creía en la necesidad de acudir a la razón para encontrar las raíces de la civilización occidental. En dicho discurso, probablemente el más elocuente que dio sobre fe y razón, recurrió al uso de la razón concebida para la verdad, y en este sentido dijo que “una fe irracional no es una verdadera fe cristiana”. De esta manera podremos averiguar que partimos de una premisa inteligente que nos presenta algo razonable.

Debemos conocer, tal y como escribió Gilbert K. Chesterton, la diferencia entre racionabilidad y razonabilidad; la primera apuesta por la autosuficiencia de la razón de explicar la realidad de un modo deductivo y la segunda define la capacidad de valorar lo razonable.

Benedicto XVI fue conocido como el “papa de la razón”; y debido a su gran afición por los conciertos para piano de Mozart, algunos le llegaron a llamar el “Mozart de la razón”. En sus continuas conferencias, discursos, entrevistas y debates, concedió una importancia única a los filósofos marxistas, ateos o simplemente indiferentes con la religión. Jürgen Habermas, prestigioso filósofo alemán fue un asiduo en sus debates. Habermas abiertamente declarado marxista, elogiaba al papa Benedicto XVI por su capacidad de oratoria y elocuencia discursiva en temas filosóficos, especialmente los relativos a la razón. Ambos establecieron conversaciones de gran altura intelectual y llegaron a una especie de acuerdo tácito en el que ambos hacían concesiones.

Llegaron a la conclusión de que: “la religión tiene patologías peligrosas que hacen reconocer a la luz divina de la razón como una especie de órgano de control por el que la religión debe dejarse purificar y regular. De igual forma existen patologías de la razón, una arrogancia de la razón, que no es menos peligrosa; si consideramos su efecto destructor. Por eso se le debe exigir a la razón que reconozca sus límites”.

El texto merece una aclaración para comprender su significado completo, que a mi juicio es esencial. La fe corre el riesgo de afincarse en el fideísmo insistiendo especialmente en la fe y disminuyendo la capacidad de la razón; podría establecer la naturaleza como un títere en las manos de Dios y por lo tanto no habría nada que investigar. Y la razón necesita un control para evitar el efecto destructor al que puede llegar, aquí se refiere a la creación de la bomba atómica o a los campos de concentración de la segunda guerra mundial (Auschwitz o el Gulag soviético).  “La religión sin razón se vuelve fundamentalista, ciega y ajena a toda ética y a cualquier derecho, hasta llegar a los mismos extremos del terrorismo en nombre de Dios. Y la razón sin religión también se pierde hasta alcanzar la muerte y las ideologías totalitarias”.

Con este razonamiento Benedicto XVI pretendía señalar que, si hay purificación entre razón y fe, Occidente estará en disposición de poder dialogar, y esto afectará a la democracia y a la política. Siguiendo los argumentos del sacerdote y teólogo alemán Hans Küng, podríamos concluir con que si no hay paz entre fe y razón tampoco habrá paz en el mundo porque se secarán las fuentes de la moral y el derecho. Benedicto XVI propuso una “nueva Ilustración” basada en la razón abierta y que abarcase al arte, la ética, la religión e incluso los sentimientos. Decía que la fe es “tremendamente racional” y por eso siempre cabrá el diálogo entre ciencia y Biblia, entre fe y razón.

Para terminar, solo citaré al más grande los sabios griegos, Aristóteles, el cual dijo que “la filosofía parte del asombro”, teniendo en cuenta que filosofía etimológicamente significa “amor por el conocimiento”, podemos establecer un silogismo imaginario de este tipo: si el hombre no cesa en su capacidad de asombrarse, de buscar la Verdad, y de ampliar su conocimiento, inevitablemente buscará de forma razonada la Verdad de la Fe. La fe es sencilla, muestra su naturalidad de forma espontánea, en el evangelio de San Mateo el Señor le dice al Padre: “has ocultado esas cosas a sabios e inteligentes, y se la has revelado a pequeños”. El cristianismo no es gnosticismo, una religión hermética o esotérica, la fe puede ser entendida por cualquier creyente de forma consciente.

José Carlos Sacristán