Hablemos (al menos un poco) de sexo

Amor, Castidad, Catequesis, Noviazgo

Enrique Bonet

Este es un tema del que es mejor hablar personalmente, por eso aquí voy a dar sólo algunas ideas generales. Por eso yo os recomiendo que lo habléis con alguien con quien tengáis confianza y os pueda orientar BIEN.

Es un tema del que hay que hablar, es necesario hablar más de sexo (con gente que nos de una visión buena, con quien compartamos esa visión cristiana) porque nos bombardean constantemente… en la publicidad, en el cine, en las series, en las tertulias televisivas, en los reality… nos hablan en serio, nos hablan con bromas -haciendo chistes-… y muchas veces la visión que se da de la sexualidad es simplemente falsa.

Lo primero que quería decir sobre este tema es que Dios ama el sexo. No para Él, porque él es inmaterial, pero sí para el ser humano. Y por eso la Iglesia también ama la sexualidad. Hay gente que dice: “La Iglesia odia el sexo”; no es verdad.

El sexo lo ha creado Dios, lo ha inventado Dios. El placer que se asocia a la sexualidad, todo el cortejo hormonal y de sentimientos que lo acompaña es un invento de Dios. Y Dios lo ha querido para la manifestación de amor entre los esposos y para facilitar la procreación en la familia. Para unir a los esposos y ayudarles a ser generosos con los hijos. El sexo en el Matrimonio es algo santo. San Josemaría decía que para él el lecho matrimonial era como un altar.

Pero como dice el adagio: “corruptio optimi, persima”: la corrupción, –la perversión– de lo mejor, es lo peor… y eso es lo que no queremos que pase. La pureza hace que no se corrompa esto que es santo.

La pureza -que le pedimos a Dios, por intercesión de la Virgen, que es la Purísima- es la virtud que ayuda a encontrar la relación que tiene la sexualidad con el amor. Porque todos sabemos que puede haber sexo sin amor… y esa separación es destructiva. En cambio, la virtud de la pureza conserva juntos el amor y el sexo. Y hace que éste se dé en el lugar adecuado.

La mayoría de vosotros, si Dios quiere, os casaréis. Y vais a amar a vuestro marido, a vuestra mujer, de muchas maneras, con detalles diversos. La mayoría de muestras de amor en el matrimonio no son sexuales. Son sacrificios, son sonrisas, son escuchar, son acompañar… Pero también manifestaréis vuestro amor a través de la unión conyugal.

Esta unión conyugal, esta unión sexual en el matrimonio, tal como la ha querido Dios, es una cosa muy buena y es una forma de entrega. Los esposos cristianos van al lecho matrimonial como a un altar, porque se entregan… no sólo entregan sus cuerpos. Sino: –entrego mi vida, mi futuro (hasta el punto de que puedo hipotecar los próximos nueve meses de mi vida…), pero me da igual, entrego mi vida, mi proyecto vital… me entrego todo/toda. Para siempre… y ahí, en ese amor estable, es donde pueden crecer los hijos. En ese amor estable se puede construir una familia.

La sexualidad humana, según como Dios la ha querido, es donación. Es entregarse. Cuando dos personas se unen sexualmente se están diciendo con el cuerpo: me entrego a ti, para siempre. El sexo es entrega de uno mismo. De toda la vida de uno mismo. Y la pureza da al ser humano está visión de la sexualidad (y del amor en general): amar es DARSE. Al matrimonio voy a darme, a entregarme.

La impureza en cambio da una giro de 180 grados. Hace que cambie la mentalidad de la persona cuando se acerca al sexo. El impuro, no va a darse, va a buscar “placer para mi”. La impureza cambia radicalmente el concepto. La sexualidad ya no es DARSE, es RECIBIR. Es ROBAR, es aprovecharse. Para el impuro el sexo ya no es DARSE, el sexo significa: PLACER PARA MI (la otra persona se va convirtiendo en un medio para mi placer). Y el impuro no puede evitar este enfoque… (y este es también el enfoque que nos bombardea constantemente en nuestra sociedad: sexo es PLACER –DIVERSIÓN– PARA MI).

Hoy le pedimos a la Purísima, y se lo podemos pedir siempre: que nos de la pureza. El enfoque correcto de la sexualidad.

Quería también hablar de un fenómeno que es un obstáculo para esta virtud. Sobre todo porque es socialmente aceptado y parece que es inocuo: la pornografía.

Yo he llegado a escuchar de gente que te dice que la pornografía sirve para aprender sobre el sexo, que es normal. O un hermano mayor que le dice a su hermano pequeño que mire ese tipo de material; que así aprende… ¡Menuda barbaridad! Para empezar lo que muestra la pornografía no es sexo. Es egoísmo de cuerpos que no tienen alma.

Pero parece que es normal. Desde luego es muy corriente: hay 115 millones de visitas diarias a sitios pornográficos y se ven 219.000 videos de este tipo por minuto. El 93% de los hombres vieron pornografía en la adolescencia y el 62% de las mujeres. No debe ser tan grave –se dice– ya que lo hace mucha gente.

Pero lo que vemos los sacerdotes es grave. Y lo que vemos ¿que es? Vemos gente adicta. El 50% de los hombres consumen pornografía semanalmente. En las mujeres el 11%. Muchas veces han empezado por curiosidad, porque un amigo le dijo algo… y ahora tenemos gente que quiere dejarlo y no puede. Gente que va cayendo por una pendiente; que ya no solo ve cosas, sino que busca contactos… gente que quiere ser fiel a su mujer/marido… y es infiel.

Hasta el punto que hay Grupos de desintoxicación (hay cursos online para vencer la adicción; libros); vemos Matrimonios rotos por este tema. Porque la pornografía destroza las relaciones “normales”. Los esposos se acercan al otro con un enfoque distorsionado, irreal y egoísta… y el matrimonio acaba sufriendo.

La pureza es una virtud que parece que no está de moda, pero si nos fijamos un poco, uno puede ver las consecuencias de la impureza… y no queremos eso para nosotros.

Decía un santo: “La pureza es la mayor rebelión del hombre que no quiere vivir como una bestia”.

Vamos a ser rebeldes: piensa diferente; no hagas lo que hacen todos. Sé auténtico.

Vamos a pedirle a la Purísima que nos haga puros como ella, y así integraremos en nuestras vidas: sexualidad y amor.

Enrique Bonet