«Venimos aquí por una de mis hijas, que quería venir porque hace cinco meses se fue al cielo una hermana que tenía parálisis cerebral desde que nació», fue lo que Paula Jiménez dijo al Papa Francisco cuando recibió a toda la familia, al matrimonio y a sus cinco hijas.
El Santo Padre vio que estaban tan ilusionadas de tener una hermana en el cielo que les empezó a preguntar a cada una su nombre: Adriana, Lucía –aquí va Eugenia, la hermana que se fue al cielo, el pasado 6 de diciembre–, Covadonga y Paula, las «mellis», y Catalina, la pequeña. Como el Papa le había «dado su gorro», salió encantada: «Soy santa Catalina de Siena».
Paula hija siempre rezaba por el Papa, y desde muy pequeñita decía que «quería ir a Roma a verlo». «Si eso es lo que tienes en el corazón y es algo bueno –le contestaba Paula madre–, es que te lo ha puesto el Señor y Él ya se va a encargar de cumplirlo». Tras el fallecimiento de Eugenia, movieron todos los hilos para tener una audiencia con el Papa.
Paula le comentó al Papa que debería haber procesos de canonización a niños como su hija. «Lo que ha santificado a Eugenia es que se abrió al amor de Dios», resume su madre. «Ella hacía que la cruz se volviera amor» para su familia y para todos los que la rodeaban. Vidas como la de esta pequeña dan muchos frutos «en la Iglesia.
Un testimonio precioso que puedes leer completo en la Archidiócesis de Madrid