Elías Valiño, el sacerdote que preparó una invasión de peregrinos a Santiago

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Seguro que alguna vez te has preguntado quién pintó todas esas flechas amarillas que van guiando el Camino de Santiago. Ahora lo vas a saber. Cope entrevista a José, sobrino del sacerdote que preparó todo para que no te pierdas:

José y su tío Elías madrugaron durante muchos años y dibujaron el recorrido para que tú pudieras hacerlo hoy. Elías era un párroco de O Cebreiro, pero al salir el sol, tomaba sus mapas y a su sobrino José y se iban a dibujar algún punto del Camino de Santiago desde Roncesvalles, Navarra. Quizás hayas pasado por alguno de los lugares que él convirtió en mapa. José solo tuvo a su madre y a su tío Elías. Nació en la hospedería de este pueblo de Lugo. No en un hospital, sino rodeado de peregrinos. Así ha sido toda su vida: dedicada al Camino de Santiago y al servicio de los demás.

“Tengo el recuerdo de Elías lavándome los calcetines por la noche. Cuando estábamos todo el día fuera trabajando, dormíamos donde podíamos porque no había albergues, en un salón parroquial o donde fuese. A la mañana siguiente, a las cinco de la mañana poníamos la COPE, y empezábamos a caminar. Era así, la sensación de que, cuando encendías la radio, ‘pum’, empezaba el día”.

¿En qué consistían sus días? Se levantaban, tomaban sus mapas y se iban a recorrer el camino de Santiago que hoy conocemos. Ellos fueron por cada sendero, por cada pueblo desde Roncesvalles, Navarra, y se dedicaron a anotar cada detalle, cada curva y cuesta hasta Santiago. Todo ello para que los peregrinos pudieran tener una guía para llegar a los pies del santo.

Es la historia de José Valiño y de su tío Elías, antiguo párroco de O Cebreiro. José tiene 48 años y es natural de este lugar de Lugo a donde llegó con su madre. Aun así, cada vez que ve un peregrino se sigue emocionando. “Tengo una sensación de alegría, de que sigue la tradición de la vivencia espiritual. También nos da esperanza para poder mantenernos aquí. Cuando ves un peregrino significa que hay vida, que el trabajo que hizo Elías ha dado su fruto”.

¿Por qué las flechas del Camino de Santiago son amarillas?

José se ríe cuando le preguntamos si él ha hecho el Camino de Santiago. “Incontables veces, hacia delante y hacia detrás”, contesta. Elías era un hombre perfeccionista y cuidadoso. Por eso, cada tramo que parecía perfectamente reflejado en un mapa, había que revisarlo varias veces. Eso se traducía para José en volver a echarse la mochila a la espalda para volver a andarlo.

Esto fue hasta que se les ocurrió pintar las conocidas flechas amarillas que sirven de luz para el trayecto de los peregrinos. Las hicieron José y Elías con sus propias manos. Recuerda con cariño cómo se les ocurrió la idea.

Fue en Navarra. Vimos unos cercados de animales por donde no se podía pasar. Haciendo la cartografía, pensamos: ‘Oye, ¿por qué no ponemos alguna señal para intentar ayudar al peregrino y además no saltarnos la ley?’ Empezamos a dibujar flechas amarillas en los senderos de los Pirineos. Nos gustaba mucho el amarillo. Era un color que se veía muy bien al amanecer y por la noche. La leyenda dice que escogimos el amarillo porque era el de los botes de pintura con los que se pintaban las carreteras, pero es falso».

Ni la Guardia Civil pudo detener a Elías

Elías era un trabajador insaciable. Un día, en el Pirineo, hasta lo detuvo la Guardia Civil. Ver a un sacerdote en pleno monte dibujando flechas y haciendo mapas debía ser, por lo menos, raro. José lo recuerda a la perfección: “Le dijeron: “¿Quién es usted?”. ‘Solo soy un cura que estaba por aquí…”, y se lo llevaron al cuartelillo. Lo querían detener porque él dijo: ‘Estoy preparando una invasión’. Luego él les explicaría que la invasión era de peregrinos”.

No es la única anécdota que se ha quedado guardada en la memoria de José. También rememora la valentía de su tío quien era capaz de conseguir cosas tan increíbles que dejaba huella en los pueblos por donde pasaba.

“Laura Bennett es una escritora inglesa que conoció a Elías y se quedó a vivir aquí. Ella se puso a hacer otra guía para actualizar la de mi tío y me fui con ella. Una vez pasamos por un pueblo al que teníamos que llegar cruzando un río con un todoterreno, y se nos quedó el coche ahí parado. Justo pasó por allí un señor por el camino y dice: “¡Jo! Madre mía, la última vez que vi pasar a alguien con el coche por aquí fue a un señor que decía que era cura que estaba loco por querer meterse por ahí con el coche”.

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