Un infatigable ‘ejército’ de trabajadores y voluntarios para rescatar a los niños atrapados en la cueva

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Siempre hay gente buena y generosa dispuesta a ayudar y así nos cuenta el diario El Mundo cómo se está desarrollando el rescate de los niños en Tailandia:

Ingenieros, militares, buceadores locales y extranjeros, médicos, cocineros, masajistas, traductores, conductores, periodistas, buscadores de nidos de golondrina y hasta un reverenciado monje budista. Todas estas manos -y muchas otras más- forman parte del ejército de trabajadores y voluntarios que, desde hace dos semanas, se da cita a las puertas de la cueva de Tham Luang para poner su granito de arena en las tareas de búsqueda y rescate de los 12 menores y su entrenador atrapados en su interior, unos esfuerzos que este domingo se vieron recompensados con la liberación de cuatro de los niños.

Nada más conocerse la noticia de su desaparición el pasado día 23, decenas de vecinos de las comunidades más cercanas comenzaron a organizarse para apoyar a los encargados de la operación de búsqueda en la gruta. Además de comida, muchos donaron dinero para respaldar a los familiares de los menores con el pago del alquiler y los gastos del día a día, ya que la mayoría de ellos dejó de trabajar para seguir a pie de gruta las noticias sobre el estado de sus hijos.

No tardaron en unírseles voluntarios procedentes de otras partes del país. «Vi a las madres de los críos en televisión y se me partió el alma. Tenía que hacer algo al respecto», aseguró hace días a la BBC el buceador y traductor voluntario Rafael Aloush, procedente de la provincia de Udon Thani.

Todos ellos se pusieron pronto al servicio de los hasta 1.300 militares tailandeses enviados al lugar, un contingente al que pronto se sumaron buceadores y especialistas en este tipo de operaciones de ocho países difererentes (EEUU, Australia, China, Japón o Alemania, entre otros). Fueron precisamente dos de esos extranjeros, los británicos Rick Stanton y John Volanthen, los primeros en llegar hasta los niños y comunicarse con ellos hace justo una semana.

El hallazgo de los menores fue todo un chute de energía positiva para los cientos de personas presentes en el campamento, que ya se temían lo peor después de nueve días sin tener noticias de los pequeños. «Cuando supimos de las buenas noticias, nos sentimos como en una película. Me dan escalofríos cuando pienso en ese momento y pienso que trabajar tan duro puede ofrecer un resultado tan positivo, porque no siempre es así», relató hace unos días la capitana de las Fuerzas Aéreas de EEUU, Jessica Tait, a The Guardian.

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