“Los jóvenes sois de hacer las cosas desde el corazón, entusiastas, pasionales, muy verdaderos, y si te lo tomas en serio, puedes volverte “loco” del amor de Cristo”, lo dice el que no es joven y tiene solo 33 años. Le apasionan el arte y la historia, pero, sobre todo, el Amor de Dios. Esta es la historia de un sacerdote manchego enamorado en Roma, donde “estudia para su diócesis”, Ciudad Real. Se llama Jesús Navarro Ortiz y es natural de Tomelloso, un pueblo de Ciudad Real, donde se crió en una familia de agricultores.
“La vocación es una gran responsabilidad que reside en que no es un regalo para mí, sino una llamada para ser regalo para los demás”
“En la Eucaristía cojo toda la fuerza para seguir adelante con la vida”
Está en Roma estudiando, buscando en las raíces de la cristiandad, para impulsar a los jóvenes manchegos, para que las palabras del Papa se hagan más realidad cada día: “¡Qué bueno es que los jóvenes sean «callejeros de la fe», felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!”. ¿Qué admira de los jóvenes?
Que sois muy de hacer las cosas desde el corazón, entusiastas, pasionales, verdaderos; también lo creo indispensable para la fe. La juventud tiene unas características que pueden encajar muy bien con el Evangelio: la frescura, la siempre novedad, la ilusión, la pasión. Encontrarse con Cristo y querer vivir según su Evangelio te toca el corazón y te cambia la vida, si te lo tomas en serio, te vuelves loco de amor.
Muchas veces parece que no hay jóvenes católicos, solo señoras mayores en Misa, ¿qué hacen desde la diócesis para que los más jóvenes descubramos el Misterio de la Salvación?
En la diócesis de Ciudad Real, tenemos a muchos jóvenes alejados de la Iglesia, pero también hay muchos otros que viven su fe día a día, que van a misa, que son “cristianos de Iglesia”, como me gusta decir. Creo que en todas las parroquias hay un catecumenado que, después del infantil, se esfuerza por acompañar a los jóvenes en la adolescencia y la juventud y en prepararles para ser cristianos y recibir la Confirmación. Muchos nos estrujamos la cabeza por renovar ese catecumentado o las actividades propias para jóvenes cada año y adaptarlas a las necesidades que vemos; la juventud es una etapa muy cambiante. Por otro lado, está la Delegación de Pastoral Juvenil que ofrece formación a acompañantes de jóvenes y encuentros especiales con oración, Eucaristías, testimonios, reflexión para encontrarse con Cristo. Y rezar, muy importante, rezar por los jóvenes y por su amistad con Jesús.
Usted es un hombre apasionado de la vida, ¡enamorado! ¿Qué le apasiona?
Saber que es un regalo que hemos recibido de Dios, que es lo que te ayuda a vivirla con gratitud, esfuerzo y generosidad. Dios es quien hace latir mi corazón de manera especial, me entusiasma su amor y su misericordia. Mis pasiones son: Dios, los demás, la Iglesia y… el Arte – dice casi como en confidencia, desbordante de alegría-, me fascina como medio para plasmar tantas cosas, especialmente cuando el arte refleja la fe, la caridad, la esperanza u otras virtudes que hacen “bello” al ser humano.
Aunque la Iglesia la formamos todos los cristianos, hombres pecadores, ¿eres consciente de la responsabilidad que tienes?
Sí, y muchas veces pesa. Pero es cosa de Dios y Él es el que se encarga de dar frutos y hacerse fuerte en nuestras debilidades. La vocación es ciertamente un regalo que sobrepasa, porque viene de Dios, pero también es ayuda grande la que nos da. La responsabilidad está en que este don no es solo un regalo para mí, sino una llamada para ser regalo para los demás, como lo hacía Jesucristo. Al pensar esto tiemblo, pero siento que Dios me ayuda.
Me impresionó que el Papa nos animara a los jóvenes católicos a querer un mundo mejor, que somos el futuro, pero sin olvidar a nuestros mayores, que nos guían en el camino que ya conocen, ¿qué aportan los mayores en las parroquias?
Experiencia de Cristo, madurez en la fe, camino recorrido, los mayores son los pilares de muchas parroquias, contando siempre con que la piedra angular es Cristo. Los jóvenes, los niños, la gente nueva, incluso los curas, siempre llegamos detrás y nos incorporamos a una comunidad asentada sobre ellos, que normalmente están en la parroquia desde toda su vida. Demás, rezan mucho, son como ese pulmón de la Iglesia que son los monjes y monjas desde la vida contemplativa.
La vida es una aventura continua, pero, ¿cómo suele ser un día normal, para ti, sacerdote?
Mi vida ha cambiado bastante en el último año, ahora mis “grandes actividades”, a las que más tiempo dedico, son las clases de la Universidad y el estudio e investigación en biblioteca y en casa. Hasta septiembre mi horario estaba sobre todo lleno por la dedicación a las parroquias y las clases de religión. Pero en lo fundamental, no ha cambiado: la oración y la celebración de la Eucaristía, dos momentos claves en la vida de un sacerdote. La Eucaristía es el momento más importante de mi día, en el altar pongo todo lo que tengo en el corazón, y cojo toda la fuerza para seguir adelante con la vida.
“Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros”, Jn 15, 18-21. ¿Eres feliz?
Mucho. Sufro con los problemas, me equivoco, peco, me duelen las dificultades… pero soy feliz. La mano de Dios está ahí.
Muchas gracias, Jesús. 🙂