Todo va a salir bien

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El diario Sevilla Info nos ofrece este artículo  para reflexionar :

Trato hecho.

Solemos vivir imbuidos cada cual en nuestros cotidianos trajines y laborales quehaceres. Como cita la letra de aquel fandango de Encinasola que cantara El Pali: “los marineros remando, los camperos en la tierra y los barberos afeitando”. Hecho que se encuadra en una de las más filosóficas sentencias del rockero Silvio: “Cada uno va a lo suyo, menos yo que voy a lo mío”. El individualismo es el resultado más visible de la moderna civilización de consumo que paulatinamente nos ha ido imponiendo etéreas y vacuas necesidades. Hemos de trabajar más tiempo para reunir más dinero para adquirir más bienes superfluos y obtener inútiles servicios. De ésta única forma parece quedar colmada esta nueva modalidad humana de voracidad predatoria. Con el consumo compulsivo se sacian las ansiedades en un novedoso ritual de autocomplacencia. Y en exagerado alarde de amor propio, hay quien llega hasta a casarse consigo misma. 

Desde su más tierna infancia, una buena parte de los chavales de hoy en día ejercen una modalidad de chantaje emocional a sus ascendientes en primer y segundo grado. Obligan a estos a que les provean de los más sofisticados artilugios electrónicos de última generación. El Dorado de nuestros tiempos. Transcurridos los años, la reiteración de estas prácticas y otras diversas anomalías llega a generar trastornos de la personalidad. En las etapas de juventud y en la propia vida adulta, la exacerbada ambición por conseguir de inmediato el material objeto del deseo llega a convertirse en autodestructiva. Puede activar un mecanismo interno que muta al individuo en bestia y lo impulsa a cometer solo o en manada los actos más repulsivos y deleznables 

Este mismo resorte también lo acarrea a realizar estupideces como mangar unas gafas de sol de un centro comercial, atropellando en su huida a los vigilantes de seguridad. Son comportamientos de inmadurez emocional ¿particular o colectiva? 

Hay quien vive durante todo el año dentro de un círculo vicioso, arrastrando sus pies como un ‘zombi’ para convertirse en ‘turista’ durante su veraneo estival. Ese turista que se ilusiona por conocer esto y aquello, que llega hace su autofoto y se va. Así nos lo define magistralmente don Manuel Pimentel en su enigmática e ilustrativa novela titulada “El decálogo del caminante”. Afortunadamente, siguiendo ésta clasificación de la tipología conductual humana establecida por el autor sevillano en la referida obra, también existe ‘el caminante’. Son caminantes quienes han forjado unos ideales que les proveen de una brújula vital que da sentido a sus andares y que justifican sus esfuerzos. Son aquellos que saben encontrar la felicidad en cada etapa del camino, antes de alcanzar la meta. Quienes disfrutan de todas esas pequeñas cosas que nos regala cada jornada. 

Recientemente he tenido ocasión conocer un nutrido grupo de buenos caminantes. Personas de distintas procedencias, con las más diversas ocupaciones pero con parecidos valores humanos y éticos. Para describírselos a ustedes, mis estimados lectores, echo mano de don Antonio Machado: “…y no conocen la prisa / ni aun en los días de fiesta / donde hay vino, beben vino; / donde no hay vino, agua fresca. / Son buenas gentes que viven / laboran, pasan y sueñan…” Les encontré haciendo el camino de Santiago por la Vía de la Plata. Y es una paradoja, pues en éste argénteo viaje he descubierto verdaderos corazones cincelados en el oro más puro. La verdad.

 Empero, dentro de ésta itinerante reunión ha sucedido el más difícil trance que cualquiera pudiésemos sufrir en nuestras vidas. La enfermedad de un hijo. Una de las peregrinas está ahora mismo atravesando la Vía Dolorosa. Cuando el médico te comunica el duro diagnóstico de la fatal enfermedad en quien es carne de tu carne, un eléctrico escalofrío atraviesa tu cuerpo, te paraliza y sientes que ya te sobra todo lo material. El cristiano se queda a solas con su Fe y su Esperanza. Y puede acaecer también, como lo ha sido en el caso que les relato que aparezca la Caridad en forma de anónimas oraciones de los compañeros de viaje;  en el amor de la familia y en el calor de quienes demuestran ser “amigos ciertos en horas inciertas”.  

Por azares del destino, el encuentro que les cito se produjo en un albergue de peregrinos jacobeos nombrado “El Martín Pescador” ese vivaz pájaro azul que habita en las riberas. Como cada uno ha de reanudar su camino, a cualquier hora del día detiene sus pasos ante un Cruceiro o se arrodilla ante una imagen de Santa María para elevar una pequeña plegaria “I say a little Prayer” que se suma a las de los demás. De ésta manera, se ha fundido una oración cristiana que atraviesa la península ibérica desde el faro de Vigo hasta el faro de Chipiona. Desde el cabo de Finisterre al de Trafalgar. Un rezo que invocan peregrinos de todo el mundo para rogarle salud a la Madre de Dios. Un puñado de palabras de aliento a una madre con ese deseo que la Virgen María va a hacer realidad #Todovaasalirbien.

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