Un voluntariado mantiene el legado del Camino de Santiago

Noticias

Sin Autor

Conchita Bernárdez, con una vasta experiencia en el Camino de Santiago, habiéndolo completado en más de cien ocasiones, detectó una preocupación creciente: la pérdida del sentido espiritual original de esta peregrinación. Ante esta situación, ella y un grupo de colaboradoras impulsaron una iniciativa pionera con el fin de involucrar a diversas generaciones en la conservación del Camino mientras lo recorren.

La Fundación Conchita Bernárdez se constituyó con cuatro objetivos fundamentales: fomentar el aprecio por la historia del Camino, salvaguardar su patrimonio material e inmaterial, generar vivencias de transformación personal a través del servicio y la comunidad, y reavivar la dimensión evangelizadora de la peregrinación. La Fundación concibe la peregrinación no solo como un desplazamiento físico, sino también como un viaje introspectivo con una clara orientación hacia la trascendencia, respondiendo así a la demanda de asistencia espiritual por parte de los peregrinos internacionales. Este compromiso se materializa en el apoyo a los servicios religiosos a lo largo del Camino de Santiago gallego, experiencia que ha sido plasmada en el libro «El Camino de Santiago y más».

La inspiración para el proyecto «Héroes en el Silencio» surgió de una situación particular en Boente, una pequeña aldea gallega. Durante una peregrinación, Conchita y su amiga María ofrecieron limpiar la iglesia local, descubriendo que la persona encargada de esta labor era el propio párroco, Don Evanán. Este sacerdote, que atiende múltiples templos rurales y llegó a Galicia tras servir como capellán en Venezuela, reconoció en la ayuda de la Fundación «parte de la providencia de Dios».

Le explicaronn que en pocas semanas un grupo de un colegio haría el Camino: “Le contamos que queríamos ayudar a limpiar la iglesia, pero que tampoco queríamos interferir o sustituir a la señora de la limpieza que atendía el templo”, cuenta Conchita. Tras un breve silencio y con toda la humildad y ternura que reflejan unos ojos cansados contestó: “Es que la señora de la limpieza soy yo”.

De esta iniciativa nació también «Tejiendo el Camino». Al constatar la carencia de asistencia en el mantenimiento de los ornamentos litúrgicos —purificadores, albas, casullas, entre otros—, un grupo de voluntarias en Vigo se organizó para prestar este servicio. Ellas se encargan del lavado, planchado y, en ocasiones, de la confección de nuevas piezas con meticuloso cuidado y devoción, contribuyendo así a la dignidad del culto divino.

Fuente: Opus Dei