La Navidad… luces, música, fiestas, reuniones familiares… sí, pero ¿qué es la Navidad? ¿Por qué la celebramos? ¿Te has parado a pensarlo?
Pues, como decía Lewis, «El Hijo de Dios se hizo hombre para que los hombres llegaran a ser hijos de Dios.» y es esto mismo lo que celebramos estas fechas. Que un Dios que no tenía necesidad de nada porque es Dios, decidió hacerse la cosa más pequeña e indefensa, necesitada y dependiente solo por un motivo: por amor. Para poder dar a conocer al mundo lo que es el Amor. Para amarnos con una medida sin medida, para perdonarnos, amándonos más incluso cuando no nos lo merecemos.
Y mirando al portal de Belén, ese que ponemos en muchas de nuestras casas todos los años con tanto cariño, descubrimos el valor de la familia, el valor de la entrega, el valor de la pobreza de un Rey, el Rey de Reyes. El valor de un “Sí” de una niña de entre 13-15 años que cambió la historia por su generosidad, por amar sin entender, por su confianza. El valor de la esperanza de unos sabios que seguían una estrella sin saber bien qué iban a encontrarse al final del camino, pero sabiendo que debía ser algo grande e inexplicable.
En ninguna mente humana, la lógica logra comprender el misterio de la Navidad, puesto que es la primera y única vez en la historia en la que un Rey se despoja de su trono, cambia sus vestiduras por unos pañales, un Dios que baja de lo alto para ir a lo más bajo, y convierte su trono en un pobre pesebre. Un Dios que pasa frío, que llora, que tiene sueño y hambre…
Es inexplicable, pero así fue, tanto fue así, que todos los que pasaron por allí fueron a adorar al pequeño Niño. Y eso es lo que hacemos tú y yo en Navidad, adorar al Niño, agradecerle que, sin necesidad, se haya hecho como yo, de carne, así puede comprender mis sufrimientos, mis dolores humanos, mis caídas… cuando yo se las cuento.
Y Él está aquí hoy recordándonos que ha venido por ti y por mí, para amarnos, especialmente para abrazar lo que más me duele, cargar lo que más me pesa y perdonar lo que más me avergüenza.
Así que feliz Navidad. Incluso si estas fechas te remueven un poco. Incluso si estás enfadado, desesperado, abrumado, avergonzado o triste. Feliz Navidad. Porque Él está cuidándote y lo único que le preocupa a ese pequeño Niño es que tú seas feliz. Ese peso que tú cargas ya lo cargó Él en la Cruz. Vino solo para eso. Él ya ha vencido. Y hoy te lo recuerda. Estoy contigo, llevo contigo ese peso. Déjamelo a mí. Ponlo en mi trono: mi pesebre, mi Cruz.
Feliz Navidad y feliz cumpleaños Niño Dios. Que lo importante siga siendo lo más importante. Gracias por recordárnoslo.
Nata Caño







