Adviento, tiempo de preparación

Adviento

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Mi madre (supongo que como todas las madres, pero te voy a insistir en que la mía lo hace de un modo muy especial), desde que éramos pequeños siempre que viene alguien a casa hace una limpieza a fondo, nos pide que ordenemos todas las habitaciones -incluso aunque nadie vaya a entrar-, quita hasta la mota más pequeña de polvo de los muebles del salón, prepara los mejores platos, saca la mejor vajilla y el mejor vino, pone el mantel más bonito que tenemos y lo prepara todo con muchísimo detalle para la llegada de los invitados. Para que los invitados cuando lleguen puedan estar muy a gusto en nuestra casa, ¡casi tanto que no quieran irse! A veces nos ha costado echar a alguno… jeje. Al estar tan bien cuidados, se sienten como reyes.

El adviento, según la RAE, es el periodo de preparación para la Navidad, que comienza cuatro domingos antes de esta. Por eso, en muchas casas e Iglesias, se pone una corona de adviento en la puerta, en la entrada o en el centro de la mesa con cuatro velas, y cada domingo se enciende la que toca, hasta que están las cuatro encendidas. Fijaos bien este Domingo, ¡estarán las cuatro velas encendidas! Eso nos indica que el Niño Dios llega ya!!

En cuanto a su origen etimológico, Adviento viene de adventus, que significa “venida”, “llegada”. ¿Venida de quién? ¿Qué es lo que llega?

La Navidad. Y con ella, celebramos la llegada de un Dios que se hace Niño. Por eso nos reunimos las familias desde hace 2000 años en casa de nuestros familiares: abuelos, padres o sobrinos, por eso nos juntamos los nietos y los cuñados, los suegros y los yernos, los mayores y los pequeños… los que nos caen bien y los que no tanto, y por eso cantamos y bailamos, comemos los mejores platos y cenamos con buen vino. Porque celebramos que el Hijo de Dios ha nacido!!!

Por eso en Navidad mucha gente sale a la calle contenta, por eso la Navidad es tiempo de amar y perdonar, de llamar al que hace tanto tiempo que no ves o de tener un detalle con un desconocido, de hacer compañía a los que están solos y de recordar a los que ya no nos acompañan. Por eso en Navidad se recupera la esperanza, porque un Niño pequeño recién nacido fue el que nos trajo la esperanza de la Salvación.

Recordamos que todo nos ha sido dado y que no merecemos nada, que no somos mejores ni peores que nadie y que los pobres serán los más ricos, que los pequeños serán los que entren antes en el reino de los Cielos y que los últimos serán los primeros. Así, Dios que es el más grande, el Creador de las estrellas, de los planetas, de las flores y de las águilas, de los montes, los vientos y los mares… así, el Dios hecho hombre, hecho Niño, dio un giro a la historia de la humanidad cambiando todo su sentido, dando a conocer el Amor de verdad, la sencillez, la entrega, la humildad y el valor de la familia.

En Navidad, como hace mi madre siempre con todo el que viene a casa a cenar, los cristianos nos preparamos también para la llegada de ese invitado especial. Un invitado que se muere de ganas de entrar en tu casa y encontrarla impecable, ordenada, bonita, cuidada, con olor a ambientador nuevo y muy bien decorada. Está deseando que al entrar se respire buen ambiente y que haya paz y sinceridad, amabilidad y alegría, baile y fiesta, pero sobre todo amor. Y ese invitado es el que quiere estar en tu casa el 25 de diciembre.

¡¡¡Prepárate que llega!!!

¿Le vas a invitar a tu casa?

En adviento podemos aprovechar para prepararnos bien, no solo para preparar nuestra casa. Podemos hacer una buena confesión, limpiar a fondo nuestra alma de todo el polvo que haya podido acumular y decirle a Jesús que queremos que cuando Él llegue se sienta a gusto, tanto que no quiera irse.

Le podemos pedir que cuide de los nuestros y agradecer todo lo que nos ha dado la oportunidad de vivir este año. Le podemos pedir perdón por las veces que le hemos fallado durante este año y pedirle ayuda para cambiar la mirada, para saber apreciar todo lo que tenemos y para querer a todos los que nos rodean, incluso a los que más nos cuestan.

Él ya sabe que nuestra alma es un pobre pesebre… y que no tenemos casi nada que ofrecerle… pero quiere nacer en tu pesebre y transformarlo en un trono. Déjale nacer en tí, déjale darte un abrazo, es el Rey de Reyes, ¡es Dios! ¿acaso un Padre dejaría solo a su hijo pequeño en medio del bosque? Pues Dios que es también tu Padre, nunca te dejará solo y ha venido a recordarte que te quiere.

Nata Caño