En el corazón de la Sierra de Gredos, a escasos kilómetros de Sotillo de la Adrada (Ávila), emerge un fenómeno religioso que desafía las estadísticas. Mientras la vida contemplativa en España languidece por el envejecimiento y el cierre de conventos, el Monasterio de la Conversión se erige como un oasis de juventud y vitalidad. Con apenas un cuarto de siglo de historia, esta comunidad agustiniana ha logrado atraer a una treintena de hermanas cuya media de edad las convertiría en novicias en cualquier otro cenobio del país.
La génesis de esta «revolución» se remonta a 1999, cuando cuatro religiosas, encabezadas por la hoy madre federal Prado González, iniciaron una búsqueda hacia una espiritualidad más profunda en tierras palentinas. Sin embargo, el espaldarazo definitivo llegó de la mano de el padre Robert Prevost, entonces superior de los Agustinos y actual Papa León XIV. Su respaldo personal en 2003 fue el motor que permitió a la comunidad alcanzar la autonomía y expandirse, manteniendo hasta hoy un vínculo estrecho con el Pontífice.
Bajo los pilares de comunión y conversión, las hermanas practican una «clausura abierta». Su apostolado va desde el acompañamiento a peregrinos en el Camino de Santiago hasta un innovador cinefórum que incluye filmes de actualidad para diseccionar la realidad social.
Con fundaciones en Perú e Illinois (EE. UU.), la Conversión ha dejado de ser un experimento local para convertirse en un modelo exportable de fraternidad apostólica. En un paraje de edificios independientes y naturaleza indómita, este monasterio demuestra que el estudio intelectual y la evangelización moderna no están reñidos con el silencio contemplativo.
Fuente: ABC







