La historia de un joven filipino de 25 años, Jovan Ramos-Faylogna, ahora en su séptimo año de formación sacerdotal en Roma, es un potente testimonio de fe y determinación. Aunque no creció en una familia religiosa, su vocación nació de un simple deseo: ser monaguillo, un anhelo que guardó en su corazón durante años.
El camino se formalizó durante la escuela secundaria, cuando la obligatoriedad de asistir a Misa lo llevó, por invitación de un amigo, a la pastoral juvenil. Pese a las repetidas invitaciones de su párroco a considerar el sacerdocio, el joven se negó persistentemente. La decisión de ingresar al seminario fue repentina y silenciosa: anunció a su párroco que haría el examen, pero lo ocultó a su familia, seguro de su oposición.
Al recibir el resultado positivo, sus padres confirmaron su rechazo, negándole el apoyo. «Fui al seminario solo, sin nadie que me acompañara», recuerda. Sin embargo, su firmeza se mantuvo.
La reconciliación familiar llegó dramáticamente el día de su investidura. A pesar de que la fecha coincidía con el funeral de su abuelo, sus padres aparecieron diez minutos antes de la Santa Misa, todavía vestidos de luto. Las lágrimas y el fuerte abrazo que recibió en ese momento marcaron su aceptación. Desde entonces, lo visitan y la comunidad de su pueblo ya conoce su camino. El seminarista continúa su formación en la Ciudad Eterna, cumpliendo un sueño que superó la resistencia inicial.
Fuente Exaudi







