La Iglesia de Sevilla celebrará el próximo 19 de octubre el Domingo Mundial de las Misiones (Domund) con una “gran fiesta misionera” en iglesias y calles. En vísperas de esta jornada, Eduardo Martín Clemens, delegado diocesano de Misiones, ofrece un diagnóstico sobre la realidad misionera de la diócesis.
Clemens subraya la fecunda historia misionera de Sevilla, que se ha expandido desde las familias religiosas hasta el clero diocesano y, más recientemente, a las familias laicas. Sin embargo, el pulso actual revela una preocupación: la «sequía de misioneros ad vitam» (de por vida), contrastada con un aumento en el voluntariado temporal. A pesar de ello, la misión sigue «interpelando» a los jóvenes, donde residen las esperanzas de futuro.
Actualmente, Sevilla cuenta con más de un centenar de misioneros dispersos por el mundo, con una notable presencia en Hispanoamérica y una apertura progresiva hacia África. El delegado advierte de un desequilibrio demográfico crítico: el envejecimiento de los misioneros es muy superior al surgimiento de nuevas vocaciones.
El perfil del misionero es el de una persona que ha experimentado un profundo encuentro con el Señor, caracterizada por ser «inquieta, alegre y arriesgada». Aunque la vocación ad gentes es una llamada particular para «almas generosas», Martín Clemens recuerda que todos los bautizados estamos llamados a ser misioneros. Asimismo, insiste en la necesidad de una formación específica que aborde el tema de la inculturación, señalando que la falta de preparación previa ha sido históricamente una carencia.
En cuanto a la acción directa de la Delegación, el delegado aclara que «el misionero no elige la misión», sino que es la Iglesia, a través del obispo, quien lo envía donde hay mayor necesidad.
Finalmente, sobre el Domund, el lema “Misioneros de esperanza entre los pueblos” resalta la necesidad de este don para soportar la vida de misión. Martín Clemens hace un llamamiento a la corresponsabilidad: es la oración y la colaboración económica las que sostienen la misión, una verdadera «carrera de relevo» donde la caída de un misionero debe ser cubierta inmediatamente por otro de la retaguardia.
Fuente: Archidiócesis de Sevilla