La historia de María Cobo, una joven madrileña de 20 años, se erige como un faro de fe y esperanza en el contexto del reciente Jubileo de los Jóvenes en Roma. Su experiencia vital, marcada por una grave enfermedad, se transformó en un testimonio de entrega y confianza en la Voluntad de Dios.
Durante cuatro años, María enfrentó una condición médica terminal que, lejos de abatirla, la condujo a un encuentro transformador con la trascendencia. Su sufrimiento se convirtió en un crisol para el crecimiento espiritual. Su oración inicial por la recuperación de la salud evolucionó gradualmente hacia una súplica más profunda: «que se haga Tu Voluntad». Esta evolución refleja una madurez espiritual cimentada en la aceptación y la confianza.
El anhelo de María de peregrinar a Roma para el Jubileo, un deseo que parecía inalcanzable, se materializó contra todo pronóstico. Su viaje, que incluyó una simbólica ascensión a los Alpes dos días antes de su deceso, culminó con el cruce de la Puerta Santa, obteniendo así el jubileo. Aunque su partida ocurrió el 30 de julio, días antes de la clausura oficial del evento, su espíritu indudablemente compartió la culminación de la vigilia y la Misa final.
Los mensajes de María, considerados su «testamento espiritual juvenil», revelan una sabiduría asombrosa para su edad. Ella afirmó que «en el sufrimiento es donde más nos encontramos con Cristo» y que «todo sufrimiento ofrecido tiene un GRAN propósito». En una declaración que desafía la lógica humana, sostuvo que, si se le diera la opción, «no dudaría en decir que SÍ» a repetir sus últimos cuatro años, pues le permitieron conocer verdaderamente el amor de Dios y comprender la magnitud de Su propósito. Su convicción inquebrantable en que Dios «nunca me va a poner una cruz incapaz de cargar» resuena con la promesa paulina de que la prueba nunca excederá las fuerzas.
La vida de María Cobo, breve pero profundamente significativa, trasciende lo meramente biográfico para convertirse en una «parábola viviente». Su testimonio subraya que la santidad y la experiencia de Dios no conocen límites de edad, ofreciendo una poderosa razón para la esperanza en la juventud, en sintonía con el espíritu de este Jubileo.
Fuente: Religión en Libertad