El Papa a los misioneros digitales católicos

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Discurso de Su Santidad el Papa León XIV a los misioneros e influencers digitales católicos

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, la paz sea con vosotros.

Queridos hermanos y hermanas, comenzamos con este saludo: ¡La paz esté con vosotros!

Cuánto necesitamos la paz en estos tiempos marcados por la hostilidad y la guerra, lo que a su vez nos llama a dar testimonio del saludo del Señor Resucitado: «¡La paz esté con ustedes!» ( Jn 20,19). Que su paz esté con todos nosotros, en nuestros corazones y en nuestras acciones.

Esta es la misión de la Iglesia: ¡proclamar la paz al mundo! La paz que viene del Señor, que venció la muerte, nos trae el perdón de Dios, nos da la vida del Padre y nos muestra el camino del Amor.

1. Esta es la misión que la Iglesia confía a cada uno de ustedes que han venido a Roma para su Jubileo. Están aquí para renovar su compromiso de alimentar la esperanza cristiana en las redes sociales y los espacios digitales. La paz debe buscarse, proclamarse y compartirse en todas partes, tanto donde presenciamos la tragedia de la guerra como en los corazones vacíos de quienes han perdido el sentido de la vida y el deseo de introspección y de vida espiritual. Quizás, hoy más que nunca, necesitamos discípulos misioneros que transmitan al mundo el don del Señor Resucitado; que proclamen hasta los confines de la tierra la esperanza que Jesús nos da (cf. Hch 1,3-8); y que vayan dondequiera que haya un corazón que espera, busca y necesita. Sí, hasta los confines de la tierra, hasta los confines más remotos, donde no hay esperanza.

2. Hay un segundo desafío en esta misión: buscar siempre la «carne sufriente de Cristo» en cada hermano y hermana que encuentres en línea. Hoy nos encontramos en una nueva cultura, profundamente marcada y moldeada por la tecnología. Nos corresponde a nosotros —y a cada uno de ustedes— asegurar que esta cultura siga siendo humana.

La ciencia y la tecnología influyen en nuestra forma de vivir en el mundo, afectando incluso nuestra comprensión de nosotros mismos, nuestra relación con Dios y nuestra relación con los demás. Pero nada que provenga del hombre y su creatividad debe utilizarse para socavar la dignidad de los demás. Nuestra misión —su misión— es fomentar una cultura de humanismo cristiano, y hacerlo juntos. Esta es la belleza de la «red» para todos nosotros.

Frente a los cambios culturales a lo largo de la historia, la Iglesia nunca ha permanecido pasiva, sino que siempre ha buscado iluminar cada época con la luz y la esperanza de Cristo, discerniendo el bien del mal y lo que es bueno de lo que necesita ser cambiado, transformado y purificado.

Hoy vivimos en una cultura donde la dimensión tecnológica está presente en casi todo, especialmente porque la adopción generalizada de la inteligencia artificial marcará una nueva era en la vida de las personas y de la sociedad en su conjunto. Este es un desafío que debemos afrontar: reflexionar sobre la autenticidad de nuestro testimonio, sobre nuestra capacidad de escuchar y hablar, y sobre nuestra capacidad de comprender y ser comprendidos. Tenemos el deber de trabajar juntos para desarrollar una forma de pensar, un lenguaje propio de nuestro tiempo, que dé voz al Amor.

No se trata simplemente de generar contenido, sino de propiciar un encuentro de corazones. Esto implica buscar a quienes sufren, a quienes necesitan conocer al Señor, para sanar sus heridas, recuperarse y encontrar sentido a sus vidas. Sobre todo, este proceso comienza por aceptar nuestra propia pobreza, dejar atrás toda pretensión y reconocer nuestra necesidad intrínseca del Evangelio. Y este proceso es un esfuerzo comunitario.

3. Esto nos lleva a la tercera invitación en esta misión, que les hago a todos: «vayan y remenden las redes». Jesús llamó a sus primeros apóstoles mientras remendaban sus redes de pesca (cf. Mt 4,21-22). Nos pide lo mismo hoy. De hecho, nos pide tejer otras redes: redes de relaciones, de amor, de compartir gratuito donde la amistad es profunda y auténtica; redes donde podemos remendar lo roto, sanar la soledad, no centrarnos en el número de seguidores, sino experimentar la grandeza del Amor infinito en cada encuentro; redes que den espacio a los demás más que a nosotros mismos, donde ninguna «burbuja» pueda silenciar las voces de los más débiles; redes que liberen y salven; redes que nos ayuden a redescubrir la belleza de mirarnos a los ojos; redes de verdad. De este modo, cada historia de bondad compartida será un nudo en una única e inmensa red: la red de redes, la red de Dios.

Sean agentes de comunión, capaces de romper la lógica de la división y la polarización, del individualismo y el egocentrismo. Céntrense en Cristo para superar la lógica del mundo, de las noticias falsas y de la frivolidad, con la belleza y la luz de la Verdad (cf. Jn 8,31-32).

Antes de concluir con una bendición y encomiar vuestro testimonio al Señor, quisiera agradeceros todo el bien que habéis hecho y seguís haciendo en vuestra vida: por perseguir vuestros sueños, por vuestro amor al Señor Jesús y por vuestro amor a la Iglesia, por la ayuda que prestáis a los que sufren y por vuestro camino por las autopistas virtuales.

29 de julio de 2025

Fuente: Vatican