Tiempo atrás, quien consumía contenido sexual, debía buscarlo con algún esfuerzo, pues no era tan fácil adquirirlo, en revistas, películas o canales de TV pagos, etc. Hoy es accesible fácilmente y gratuitamente. No es necesario buscarlo: está en todas partes.
Esta facilidad y gratuidad han hecho que las personas sanas y que nunca buscaron explícitamente este contenido se vean afectadas en su salud mental, en su afectividad y en su sexualidad. Casi todas las plataformas de streaming (Netflix, Prime Video, HBO, etc.) en su contenido incluyen a menudo escenas sexuales explícitas. Escenas innecesarias e inapropiadas. Escenas que dañan buenos argumentos literarios con un contenido irrelevante y nocivo.
Las consecuencias son similares a los efectos del consumo de pornografía, con el agravante de que tenemos la falsa sensación de no estar consumiéndola solo porque la obra no se cataloga como pornográfica.
Entre los efectos en nuestra mente podemos encontrar los siguientes:
Primer efecto: percepción irreal de la sexualidad y baja autoestima
Las representaciones exageradas y ficticias de la sexualidad en los medios pueden afectar la percepción de lo que es normal o esperado en términos de comportamiento sexual. Conducen a expectativas poco realistas y a presiones sobre la apariencia física y el rendimiento sexual
Presentan un sexo irreal, ficticio y no replicable. Las mujeres, así, tienden a creer que entregando su cuerpo son amadas. Tienden a tolerar ser sexualmente agredidas (sadomasoquismo). Los hombres son más propensos a volverse agresivos. Creen que la agresión es lo que las mujeres quieren: porque eso es lo que ven en este contenido e influye en el pensamiento.
También, este tipo de contenido normaliza y vende como normativos los comportamientos o las circunstancias que no lo son. Entre ellos, tener muchas parejas sexuales, pensar que toda relación sexual termina en un orgasmo, tener encuentros sin ningún tipo de compromiso, sin amor y sin responsabilidad.
La constante exposición a cuerpos idealizados y situaciones sexualmente sugerentes afecta la autoestima debido a la comparación con estándares poco realistas. Esto conduce a sentimientos de insatisfacción con el propio cuerpo y con el propio desempeño. Además, la representación de personas como objetos sexuales contribuye a la cosificación.
Psicológicamente, también aumenta la tendencia al egoísmo y al autoerotismo. Además, acrecienta una mayor agresividad física y verbal en el ámbito sexual y no sexual. Disminuye la satisfacción sexual, el afecto, la valoración física negativa de la pareja, la confianza, la lujuria.
Desarrolla las diferencias sociales entre hombres y mujeres. Amplia la infidelidad y el divorcio, como también, las dificultades en los vínculos con el sexo opuesto, la compulsividad sexual, la preocupación sobre la orientación sexual, la frustración y el miedo al fracaso por no conseguir lo esperado.
Esto conduce a depresión, ansiedad, vergüenza y culpa. En resumen, hay una ruptura de lo afectivo con lo sexual.
A nivel social, contribuye al tráfico sexual. La pornografía es la tercera forma más común de tráfico sexual. Es usada, a su vez, para desensibilizar a los niños que son víctimas de abuso y tráfico sexual. Igualmente, los actores son presionados e, incluso, amenazados para realizar estas escenas, ya que ellos no son realmente actores porno, sino actores convencionales.
Segundo efecto: daño neurológico y adicción
El consumo de este contenido hipersexualizado genera desgaste de la corteza prefrontal del cerebro. También, alteraciones en el núcleo accumbens y el núcleo ventral estriado, que es el sistema de recompensas del cerebro. A su vez, produce que el cerebro pida cada vez dosis más altas de dopamina, la hormona del placer. Esto conduce a que los estímulos sean cada vez más fuertes. Se genera, así, un efecto de tolerancia y de dependencia, como sucede con cualquier droga.
Nos lleva a escalar en el tipo de estímulos que buscamos, porque lo anterior ya no es suficiente. Así, comenzamos viendo una serie de forma inocente y, sin darnos cuenta, nos encontramos buscando algo más fuerte.
Las funciones ejecutivas se ven alteradas. Se dificultan, entonces, la toma de decisiones, el control de los impulsos, el razonamiento. Se alteran la personalidad, la moralidad, la memoria, la atención, la flexibilidad mental, la planeación y ejecución de metas.
Tercer efecto: disfunciones sexuales
Todo lo mencionado anteriormente puede generar alteraciones en el funcionamiento sexual. Si bien esto no pasa en todos los casos, muchas personas desarrollan disfunciones eyaculación precoz, disfunción eréctil, pérdida de sensibilidad o anorgasmia.
Algunos profesionales niegan estas consecuencias y aseguran que solo ocurren estas disfunciones cuando se realizan excesos. No obstante, ninguno sabe determinar cuándo hay un exceso. Aunque la frecuencia sea baja, las alteraciones psicológicas mencionadas anteriormente estarán presentes.
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Recomendaciones
1. Evitar los autoengaños: pensar que uno controla el consumo y que no le hace daño a nadie.
2. Evitar justificarse con excusas como, por ejemplo, “mi pareja no me satisface” o “todos tenemos necesidades”, con el fin de realizar estas prácticas.
3. Evitar el exceso de dopamina: buscar solamente placer por varios medios solo nos traerá desesperación y enfermedad.
4. Educarse en el sacrificio, haciendo pequeños actos de mortificación.
5. Formarse en una sana sexualidad, como la Teología del Cuerpo, y en una moral sexual.
6. Buscar ayuda especializada.
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Publicado en Ama fuerte