Mi desierto, mi escuela

Cuaresma

Sin Autor

Se oye hablar mucho, en este tiempo de Cuaresma, de “desierto”. Al escuchar esta palabra nos viene a la mente un lugar despoblado, árido, abandonado, seco, inhóspito… y habitado por demonios. Pero también hay esperanza porque allí no estamos solos. Dios nos lleva al desierto para estar a solas con Él.

El pueblo de Israel fue llevado al desierto para probar su corazón. Así nos prueba también a nosotros, nos habla al corazón. “Cuando te parezca que el Señor te abandona, no te entristezcas: ¡Búscale con más empeño! Él, el Amor, no te deja solo”.

No es un “desierto” donde todo se marchita, donde no hay agua ni fruto, donde nada crece. Dios provoca y permite situaciones para transformarlas en beneficios. Allí nos sustenta, trata con nosotros, nos habla, nos forma…

El “desierto” es una escuela donde el Señor trabaja nuestro interior, nuestro carácter. Nos libera de la esclavitud de nuestros corazones hacia el mundo.

Es necesario pasar por el “desierto” para alcanzar esa tierra prometida que nos tiene preparada. Es la puerta a la esperanza en un mundo lleno de dolor, angustia y engaño.

Recuerda que el “desierto” no es para siempre, después viene la recompensa. Es una parte de la vida necesaria para crecer y conocernos por dentro, saber qué tenemos que cambiar y cuáles son nuestras fortalezas.

Los 40 días del diluvio, los 40 años de l pueblo judío por el desierto, David reinó 40 años, los 40 días de Jesús en el desierto…..Y a ti, ¿te da miedo el desierto?

Deseo que la Cuaresma sea un camino fructífero y una conversión del corazón, un abrir los ojos y oídos para llegar a muchos, un abrirnos a Dios y a los demás. Utiliza la oración, ayuno y limosna como acompañantes de este transformador camino espiritual. Y te prometo que verás frutos en abundancia.

Marienma Posadas