Ingeniero aeronáutico, lo dejó todo por Dios

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Álvaro Serrano tenía una brillante vida a la vista: un estupendo puesto como ingeniero aeronáutico en una importante compañía aérea; sus amigos; su novia: sus aficiones; un poco de tiempo para dedicarlo a su fe. Era su modo de vida. Era… ¿perfecto? Todo quedó atrás porque decidió escuchar atentamente (por fin), ser valiente y volar más alto.

Un día, encestó una canasta imposible. “Fue la parábola perfecta”, le dijeron. Y el rumbo de su vida cambió de forma radical. “No hay nada más grandioso que ser sacerdote para toda la eternidad”, asegura. Este es el testimonio del joven Álvaro Serrano, un prometedor ingeniero que la compañía Iberia se perdió y el gran sacerdote que Dios se ganó.