¿Por qué el celibato?

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El sacerdote Carter Griffin es el rector del seminario San Juan Pablo II en Washington. Durante su estancia en la universidad de Princeton se convirtió al catolicismo y, tras ejercer como oficial naval, entró en el seminario.

Autor del libro “¿Por qué el celibato? Reclamando la paternidad del sacerdote”, Omnes lo ha entrevistado sobre este tema:

El celibato «no es “antinatural” en un sentido negativo, porque no daña nuestra naturaleza, pero sí que es sobrenatural. Es algo que normalmente no somos capaces de vivir sin la ayuda de la gracia.»

«Creo que le damos demasiada importancia al papel del sexo en el mundo actual, tanta que nos olvidamos de que se pueden tener una vida satisfactoria y buena sin que haya sexo en ella.»

«Hay mucha confusión antropológica hoy, relacionada con lo que es ser hombre o mujer, el sexo, el matrimonio… Hay mucha confusión acerca de lo que es una sexualidad sana e integrada, al igual que la hubo hace siglos. Y pienso que el celibato, cuando se vive de la manera adecuada, ayuda a destronar la idolatría del sexo.»

«El celibato está ordenado al bien de los miembros de la Iglesia, se dirige a la edificación del Reino de Dios.»

«Una parte importante… es entender que el celibato no está dirigido a crecer en disciplina o a tener mayor disponibilidad de tiempo, sino que su esencia es la entrega de la vida. La manera en que crecemos en virtudes para el celibato y la paternidad espiritual es muy similar al modo en que se forman los maridos y padres naturales.»

.El celibato además «nos recuerda que tenemos una dignidad como personas, que no somos animales en busca de la siguiente experiencia sexual, sino que somos hijos e hijas de Dios. El celibato nos ayuda a recuperar esto de una manera especial».

«Sí que diría que hay cierto sentido de disponibilidad en el corazón célibe, pero no se refiere necesariamente al tiempo, es más bien una disponibilidad emocional.»

«El celibato es un testimonio de una realidad que está más allá de nosotros mismos y por encima de nosotros mismos. Es un testimonio de que Dios existe y de que tenemos otra vida para la que vivimos.»

Fuente: Omnes