Puy du Fou, un verdadero regalo

Navidad

Sin Autor

De fuera vendrá quien de casa nos echará, reza una de las muestras del rico refranero español. La sabiduría popular, compendiada en dichos y refranes, acostumbra a ser muy certera y enjundiosa, aunque a veces existan excepciones.

En 1978, gracias a la clarividente idea de Philippe de Villiers, en la región francesa de La Vendée, nace Puy du Fou, con su espectáculo nocturno Cinéscénie. Años después, sería inaugurado el Grand Parc, adquiriendo con el tiempo, la condición de segundo parque más visitado de toda Francia, y siendo distinguido en varias ocasiones como el mejor espectáculo del mundo. Cuarenta años después, a las afueras de Toledo, se puso la primera piedra de Puy du Fou España.

Miles de páginas podrían llenarse, aún siendo insuficientes, para detallar y describir pormenorizadamente, cada uno de los espectáculos, por su creatividad, innovación y pericia técnica. Si nos adentramos en el contenido, nos embargará la riqueza, profundidad y coherencia de la idea que transmite, a partir de la historia de Toledo, del conjunto de España.

Pero será en otra ocasión cuando hablemos de ello. En esta entrañable época del año, la emotividad y los buenos deseos, parecen aflorar con mayor ímpetu, con el riesgo de que, una vez pasado el tiempo de Navidad, todo vuelva a su curso, porque no se ha profundizado en el verdadero y único sentido de estas celebraciones.

El mejor plan y el mejor regalo para estas Navidades (y para cualquier época del año) está en una veintena de hectáreas toledanas, donde se puede vivir un auténtico espíritu navideño.

Si todo lo que se puede encontrar en el parque, es excepcional, la temporada de Navidad goza de una extraordinaria belleza, con un nivel de preciosismo y detalle, que hace las delicias de pequeños y mayores. No se da puntada sin hilo: todo está pensado, medido y cuidado con gran exquisitez.

La ambientación y decoración de las calles de los diferentes espacios, el hilo conductor que vertebra la propuesta navideña, la adaptación de los espectáculos y la introducción de nuevas actividades suponen un reclamo y una garantía de disfrute único para vivir en familia.

Al caer la tarde, cuando el frio arrecia y todo se oscurece, como en la clásica estampa navideña del imaginario colectivo, el parque se transforma. Las calles engalanadas, el cortejo real ataviado con sus mejores galas y los villancicos tradicionales en cuidado directo, preparan al público asistente para un espectáculo único.

Los cascos del caballo de Mirza, indigno paje del rey Melchor, alertan de que algo grandioso está a punto a de suceder: va a entrar en la villa, la numerosa comitiva real, para asistir al más grande acontecimiento de todos los tiempos.

El ensordecedor estruendo de la música épica y festiva, se entremezcla con las sonrisas inocentes de tantos y tantos pequeños, que se apelotonan en primera fila, para ver de cerca a sus queridos Reyes Magos. Y sí, también los mayores, sonríen disfrutando de este maravilloso momento, sobretodo, los que pueden observar de cerca, la emoción y entusiasmo de sus hijos. Bailarinas sonrientes, aguerridos soldados, acróbatas, porteadores, pajes; carrozas y carruajes, animales…desfilando disciplinada y armónicamente, sobre los adoquines de la Puebla.

El paso de Melchor, Gaspar y Baltasar es tiernamente triunfal: los rostros de niños y niñas, transformados por la inocencia y la emoción, alumbran más que los fanales dispuestos a lo largo del recorrido. Cerrando el desfile, el Coro de voces blancas que participa en el concurso que el parque convoca, arrebujados en sus cálidas y elegantes capas grises, sosteniendo entre sus manos, una vela, que realza la expresión de sus infantiles facciones.

¿Hacia dónde van los Reyes con todo su cortejo? Hacia donde todos tendríamos que ir, y no solo en Navidad. Van en busca del Niño. Sí, del Niño Jesús, que nació en un portal, porque nadie quiso acoger a su Padre y a su Madre, cuando estaba próximo su nacimiento.

Y un portal está dispuesto, con un enorme buey a la derecha y un pícaro ángel en lo más alto del edificio, explicando cómo ha de cambiar el mundo con el nacimiento de Jesús. María, a lomos del borrico, tirado por José, anuncia que se acerca el momento.

Con sencillez infinita, y ceremonial respeto, nace Jesús, mientras los ángeles, cantan y tocan a rebato, anunciando el acontecimiento. No se puede juntar tanta felicidad en una cueva. Los habitantes de la Puebla, se congregan para contemplar y celebrar el misterio, mientras el público atento, contempla una estampa imborrable en la memoria.

Puy du Fou es una experiencia única e inolvidable, pero no irrepetible: es de obligada repetición, siempre que la logística y la economía familiar lo permitan. La antesala de la Misa del Gallo, está en Toledo y esperan ansiosos nuestra visita.

Como conclusión, dos apuntes necesarios para entender lo aquí se explica:

• Toda la información que aquí se detalla, pasará a un segundo, tercer o cuarto plano, o incluso desaparecerá, cuando contempléis la realidad de lo que allí se ofrece. Puedo aseguraros, que estas palabras no hacen justicia a la magnificencia y espectacularidad de lo que allí encontraréis.
• No tengo ningún tipo de vinculación comercial con Puy du Fou, ni percibo remuneración, descuento o beneficio del parque. Esto no es un emplazamiento publicitario: esto es una llamada y una invitación a disfrutar en familia, algo verdaderamente excepcional.

Francisco Javier Domínguez