Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único

Oración

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Celebramos hoy la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

En nuestra vida hay Cruz y hay frutos. Cruz porque somos discípulos de Cristo, para seguirle, y este camino no es posible sin ella. Y hay frutos de santidad y de apostolado que, por la misericordia divina, van apareciendo en la vida de la Iglesia y en nuestras vidas.

No es posible seguir a Cristo, alcanzar la santidad, vivir nuestra vocación de cristiano, sin Cruz.

Hay que amar la Cruz. El encuentro con ella es siempre un encuentro con Cristo.

Contemplando la Cruz, vendrán a nosotros deseos de desagraviar a Dios por nuestros pecados, porque el peso de la Cruz es el peso de todos los pecados de los hombres de todas las épocas.

Con los ojos de la fe vemos que la Cruz es poder de Dios, mensaje de salvación, llave de la gloria. Pero también debemos fijarnos en la otra cara de la Cruz, esa cara que aparece como instrumento de castigo. Era una señal de maldición y se ha convertido en signo de bendición en la liturgia de la Iglesia.

Los hombres no hemos entendido la Cruz, y la hemos rechazado. Pero no podremos quitarla de nuestra vida porque es una llamada constante de Dios.

María José Baena Alonso