Ante la proximidad del Sínodo de los Obispos, Crux propone una forma de afrontarlo para no dejarnos llevar por las tensiones que en principio transmitiría la prensa. Se van a tratar temas muy delicados y controvertidos.
Tengamos en cuenta que un sínodo trata del viaje, no del destino. A pesar de los atributos casi democráticos del ejercicio, en última instancia un sínodo es simplemente un órgano asesor, y sigue siendo el Papa quien toma las decisiones.
El desarrollo de este sínodo no está enteramente en manos del Papa, de los organizadores o de los participantes. También depende en parte de cómo respondamos el resto de nosotros.
«Una propuesta modesta: veamos si podemos superar al menos las etapas iniciales sin utilizar términos como “herejía”, “cismático”, “reaccionario”, “de mente cerrada” y similares. Como regla general, estos peyorativos son un sustituto del pensamiento: nos permiten descartar las ideas de alguien a priori, en lugar de tomarlas en serio.»
La verdadera virtud de un sínodo es que es un seminario de posgrado sobre las realidades globales del catolicismo, en el que participantes de diferentes partes del mundo comparten sus experiencias y perspectivas.
Fuente: Crux