Carta al Papa de fray Pablo, carmelita en «artículo mortis»

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El 2 de agosto, en la rueda de prensa en el avión que trasladaba al Papa Francisco a la JMJ de Lisboa, entregaron al Santo Padre una carta de Fray Pablo, el carmelita que hizo profesión en «artículo mortis» ante su inminente partida al Cielo. A dicha carta le acompañaba el dibujo, que el fraile había hecho, de una “cruz florecida”, llena de vida y de flores.

Transcribimos la Carta de fray Pablo:

Querido papa Francisco.

Soy fray Pablo María de la Cruz Alonso Hidalgo, carmelita. Tengo 21 años. El pasado 25 de
junio de 2023 recibí la gracia de ser admitido a la profesión religiosa, “in articulo mortis”,
haciendo voto de pobreza, obediencia y castidad en la Orden del Carmen, en el Convento
de S. Andrés de Salamanca, lugar donde vivió S. Juan de la Cruz. A estas alturas sólo me sale
dar gracias a Dios por este regalo inmerecido y tan grande que me ha hecho nuestra Madre
la Iglesia a través de la Orden del Carmen. El proyecto de vida no podía ser más fascinante:
“vivir en obsequio de Jesucristo”.

Llevo 6 años combatiendo contra el sarcoma de Ewing. Soy consciente que todo tiene una
razón dentro del plan de Dios. En medio de altibajos, días mejores y peores, y con mucha
purificación por medio de la enfermedad, hoy contemplo mi vida y puedo confesar que he
sido y soy feliz. He descubierto que el centro de mi vida no es la enfermedad, sino Cristo.
Como les he dicho a mis amigos, a mi familia, a mis hermanos carmelitas: “Por el
sufrimiento en la enfermedad me encontré con Dios, y por la muerte en la enfermedad me
iré con Él. Y, por ello, le doy gracias”.

Me encuentro actualmente en la unidad de paliativos del Hospital Clínico Universitario de
Salamanca y presiento que el Padre, en su infinita misericordia, me llamará muy pronto a
estar con Él. Los médicos, en esta recta final, me han dado una gran noticia: que podré
regresar al convento, y, allí, entregar mi vida a Jesús, muriendo en El Carmen de Abajo,
donde tantas gracias he recibido a los pies de la Virgen del Carmen. El misterio de la cruz
ha presidido mi vida, pero puedo gritar con fuerza, con san Tito Brandsma, al que me
encomendé hace unos meses: “La cruz es mi alegría, no mi pena”. No obstante, no he
estado sólo en este período de enfermedad, Jesús Eucaristía me ha acompañado todos los
días, siendo Él el mejor paliativo y la mejor medicina a mis dolores. Ya lo he dejado dicho
para que lo anuncien en mi funeral, que “el que quiera hablar conmigo lo tiene muy fácil,
que se acerque a la Eucaristía, allí me tienen siempre en línea. ¡Si sentimos el mismo fuego
en el amor a Jesús-Eucaristía, tú y yo, hermano, somos UNO!”.

Deseaba participar en la JMJ de Lisboa con Vd. y con tantos jóvenes de todo el mundo que
van a desplazarse allí esos días. Sé por experiencia que el fuego interno que puede tener
un joven enamorado de Jesús no lo puede apagar nadie. Pido al Señor que en Lisboa arda
ese fuego del Amor de Dios. ¡Como me gustaría que los jóvenes conocieran a Jesús, mi
Amado! ¡Me ha dado tanto! ¡Me ha consolado tanto. ¡Me ha hecho tan feliz! Físicamente,
estoy sin fuerzas, pero la comunión de los santos me permitirá participar de otra manera
más profunda y no menos cercana con Vd. De hecho, no sé si, cuando reciba esta carta, le
podré acompañar desde la oración, o, si Dios en su infinitiva misericordia, me habrá
llamado ya. En ese caso, espero que me permita entonces echarle una mano –¡y mucho
mejor!– desde el Cielo, haciendo lío y fiesta, como Vd. bien dice.

Le he pedido al Señor con insistencia ser pequeño y pobre, y, así, estar cerca de los más
pequeños, especialmente de los más enfermos y de sus familias. La cruz me ha dado un
olfato especial para ver qué les sucede y la valentía para acercarme a tocar sus heridas.
También quiero que a las familias de los enfermos les llegue mi ofrecimiento. Por lo tanto,
uno la debilidad de mi frágil vida –pero que sé que es preciosa a los ojos de Jesús– así como
mis intenciones a las suyas, aprovechando la JMJ. Pido al Señor, en primer lugar, por la
conversión de los jóvenes, para que se encuentren con el amor de Dios a través de Jesús
Eucaristía. En segundo lugar, ofrezco mi vida por la Iglesia, nuestra Madre, y pido el auxilio
de la Virgen María para que todos los movimientos, itinerarios, grupos eclesiales,
Congregaciones y Órdenes religiosas sean uno, de forma que la división no afee su rostro y
brille en medio de nuestro mundo, y en la misma Iglesia, la belleza del Cuerpo de Cristo. Y
lo tercero, me uno a la pasión del Señor para que la ofrenda de mi pobre vida, si el Señor
así lo considera, nos ayude a desterrar el miedo a la muerte. ¡El Cielo existe!

En el Carmelo, el Jardín de Dios, antesala del Cielo, crece María, el Girasol de Dios, a la que
me gusta llamarla e imaginármela como la Virgen del Primavera. A Ella le pido que
transforme los desiertos del dolor en jardines de consolación, y en sus manos deposito la
evangelización de los jóvenes.

Encomiendo al Señor en mi oración a la Orden del Carmen, a la Diócesis de Salamanca y a
toda la Iglesia.

Que Jesús y María le acompañen en su ancianidad y en el anuncio del Evangelio.
Rezo por Vd. Rece por mí.

Fray Pablo María de la Cruz, carmelita.

Cruz florecida pintada por fray Pablo

Fuente: Religión Confidencial