La trascendencia a través de la sexualidad y la apertura al otro (I)

Catequesis, Sexualidad

José Gil Llorca

Sería engañoso pensar que la trascendencia es algo que está muy alejado de nosotros. Todo lo contrario, está tan cerca, tan cerca, que por eso muchas veces no la vemos.

La diferencia sexual es lo primero que nos lanza a la trascendencia. El ser varón y mujer. La sexualidad. Porque uno es varón o mujer está orientado al otro. El cuerpo sexuado, la persona varón y la persona mujer, está señalando hacia el otro.

Cuando me reconozco varón o mujer, uno se da cuenta de que no representa a toda la humanidad, porque la humanidad está formada por varones y mujeres.

Por eso, la dualidad de los sexos es apertura al otro en cuanto que otro, en cuanto a una forma de ser humano distinta de la mía, varón o mujer.

Dice Enmanuel Lévinas: El otro en tanto que otro no es un objeto que se convierte en nuestro o que se convierte en nosotros, sino que por el contrario, se retira a su misterio.

Verdaderamente el otro es siempre un misterio. Y comenta Hadjadj: El abrazo nos entrega a lo incomprensible. Cuanto más abrazo al otro más otro, es decir, al otro del otro sexo, más se oculta —en su ofrenda misma— a mi comprensión. Puedo penetrar físicamente a una mujer, pero la mujer, en su feminidad, sigue siendo impenetrable.

El otro sigue siendo otro distinto y diferente. El yo-varón es un yo distinto y diferente del yo-mujer. Y ambos, por la fecundidad, engendran a otro distinto y diferente de ambos.

El signo corporal de que cada uno es fruto de la unión sexual de sus padres, está en el centro de nuestro cuerpo: en nuestro ombligo. El ombligo nos está diciendo que yo soy por otros, que mi origen está en otros: en mis padres.

La familia nos acoge en el hogar para lanzarnos fuera de él. Una madre debe de retener a sus hijos muy cerca de sí como el arquero hace con su flecha, para lanzarla más lejos. La familia nos debe preparar para salir del hogar: por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.

El drama de hoy es que a veces no encuentran la forma de que sus hijos se vayan ya de una vez del hogar paterno y formen su propia familia. ¿Por qué pasa eso? Muchas veces por la comodidad y el egoísmo. Se está muy bien en casa, siendo mantenido y uno se ama tanto a sí mismo que se incapacita para amar y darse plenamente a otro.

José Gil Llorca