Carta del capellán de alguna de las voluntarias de Costa de Marfil

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Gracias por vuestro generoso ejemplo

Una aventura. Termina bachillerato, las PAU y, con el ímpetu de vuestra juventud, os embarcáis en una nueva etapa de la vida con un proyecto generoso de cooperación hacia los más necesitados. Han sido muchos meses de ilusión y sacrificios preparando el viaje a Costa de Marfil. Sois jóvenes pero acumuláis ya experiencia en eso de ayudar. Soy testigo de ello: Acciones de voluntariado en Sant Joan de Deu con los niños enfermos; en el Cotolengo; en las casas de las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta… y con las personas que tenéis a vuestro alrededor. Además tenéis esa capacidad de ayudar disfrutando, organizando montajes en los que derrocháis alegría.

La mayoría tomáis impulso de una Fe viva, fuerte, joven que alimenta vuestra bondad natural. Ruego a Dios para que nunca nada ni nadie os robe esa Esperanza, esa fuerza.

Os gusta distraeros con las mismas cosas que a los demás jóvenes de vuestra generación pero al mismo tiempo habéis procurado consolidar en vuestra vida esa preocupación por los demás tan necesaria hoy día. Gracias.

El proyecto en Costa de Marfil era perfecto. Un estupendo colofón de vuestra adolescencia, un gran punto de partida para vuestra juventud universitaria. Sabíais que iba a suponer un trabajo exigente compensado por la emoción de llegar a un lugar recóndito, donde abunda la escasez, pero también la alegría y el ritmo africanos. Cómo directora de orquesta os acompañaba Teresa Cardona, maestra en eso de la alegría y el ritmo, cómo no ir cargadas de ilusión.

Y de repente la aventura se convierte en un drama, una tragedia. Un desgraciado accidente trunca los planes.

La vida a veces golpea muy duro. Teresa diría que “para los que aman a Dios todo es para bien” robándole la frase a San Pablo. Todo para bien. Incluso las expectativas truncadas de un viaje solidario que se rompe nada más empezar, el dolor de la perdida de Teresa de un modo tan inesperado, la terrible experiencia de sufrir tanto dolor en un lugar lejano y desconocido.

Pensabais regresar con un tesoro de experiencias duras pero gratificantes, una colección de detalles de servicio y entrega abnegada a niños y niñas que no están acostumbrados a recibir el cariño de personas extrañas. Vuestra intención era aliviar el dolor y la escasez, compartir vuestra alegría.

Regresáis de forma precipitada con una experiencia traumática a vuestras espaldas. Ibais a dar un poquito de vuestra vida por los demás y, de repente, habéis vivido de cerca la radicalidad de esa entrega. Dios ha querido cobrarse de forma inesperada la vida de Teresa. Esa vida que ella había decidido entregar de pleno hace mucho tiempo y de la que estaba desprendida. Que estaba regalando continuamente con una sonrisa en los labios a los demás y especialmente a vosotras, las que la teníais más cerca.

Lo que habéis vivido no lo olvidaréis nunca. No tiene nada que ver con lo que pensabais vivir. Para nada os sentís ahora como pensabais hace unas semanas que os sentiríais afrontando este viaje a Costa de Marfil. Pero todo esto es una vivencia que, por lealtad y agradecimiento a Teresa -es lo que ella querría- debéis dejar que os enriquezca. La vida enseña a través de lecciones inesperadas, y a veces muy duras, como ésta.

Gracias por vuestra generosidad y entereza, no cambiéis. Deseo que las que estáis heridas os recuperéis pronto y plenamente. A todas os invito a que reclaméis toda la ayuda que necesitéis para curar vuestras heridas interiores. Le pido a Dios que esto os permita ser más fuertes, más profundas, más conscientes de la grandeza de vuestros actos de generosidad. Y confío en que, a todos los que con motivo de este desgraciado accidente hemos conocido la vida heroicamente alegre y entregada de Teresa, vuestra dolorosa vivencia nos sirva para agradecer el trabajo escondido y generoso de tantas personas que se dejan la vida día a día pasando desapercibidas.

Por favor, recuperaos, os necesitamos, gracias por vuestro ejemplo, no dejéis que nada ni nadie os robe la Esperanza.

Rafael Cabrera