El mal no tiene la última palabra

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En la web de Fraternidad San Carlos, podemos leer el testimonio de un sacerdote en Moscú, Giampero Carusso, que nos hace ver que el mal no tiene la última palabra, que Dios siempre sale a nuestro encuentro y está deseando perdonarnos.

En una ocasión, que visitó una cárcel, un preso condenado a 20 años por contrabando de drogas, se le acercó y llorando le dijo: «En estos dos años y medio de cárcel, esperando la sentencia, he reflexionado mucho y he vuelto a ver toda mi vida, como en una película. ¡Cuánto mal y cuántos pecados he cometido! Todo esto me pesa en el corazón, como una montaña de la que quiero liberarme». Después, me pidió que le confesara.

En otra ocasión, se le acercó un hombre que le contó su vida, cómo su ruina económica había también arruinado su matrimonio. «Todo el mal que ha realizado, todos los errores y pecados no son la última palabra de su vida. Lo que le define es el hecho de que es amado por Aquel que le está donando la vida ahora mismo. Por este motivo, cada instante se le está dando para volver a empezar de nuevo», le dijo el sacerdote. Éste hombre se conmovió.

Necesito ser amado por alguien que me libere de mis miserias. Creo que lo peor que puede suceder en la vida de un hombre no es tanto realizar el mal, sino no saber a quién acudir para ser perdonado, para volver a vivir sin estar aplastado por la propia culpa. Cuando permitimos que Cristo entre en nuestra vida comprendemos que lo que sucede empieza a ser significativo.

Puedes leer el testimonio completo accediendo a este enlace de la Fraternidad San Carlos