Ayuda a la Iglesia Necesitada nos ofrece el testimonio de la hermana Mari Graciana que vive en un lugar remoto de Perú, donde su congregación se ha instalado por ser muy dura la vida de los habitantes de esa zona.
Hacen una labor preciosa y muy necesaria: Ella y su congregación viajan de un lado a otro durante horas, para acompañar a las personas en situaciones difíciles y en sus dolores para llevarles felicidad y esperanza de remedio. Las hermanas misioneras ayudan a muchos de los que visitan a morir en paz. Su labor es enseñar que con la luz de la fe, ellos pueden superar sus dificultades y aceptar sus sufrimientos porque les espera algo mejor.
Ni siquiera hay sacerdote en ese pueblo, por eso ellas le llevan la Comunión a los ancianos que no se pueden mover de su casa. Algunos le dicen: “Madrecita, antes yo iba al campo a trabajar, iba a Misa todos los domingos, a rezar el Rosario, ahora no puedo, el Señor me está castigando’ y lloran. Entonces ella contesta: “Ahora ha venido un amigo a visitarte, es Jesús. Él dice que ya has ido muchos años a verle y que ahora es Él quien viene a visitarte. Por eso te hemos traído la Comunión”. Las hermanas preparan el altarcito donde colocan al Santísimo y los ancianos comulgan con mucha alegría y sonríen entre lágrimas.
Nuestro agradecimiento y Oraciones por estas misioneras que llevan a Cristo a los lugares más recónditos de la Tierra.
En este enlace de Ayuda a la Iglesia Necesitada puedes leer el artículo completo