El Vía Crucis con el Papa

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Como cada año, hemos podido acompañar al Papa en el Vía Crucis por el Coliseo de Roma. Este año, los textos, a cargo de la hermana Bonetti, han sido bajo el título: “Con Cristo y con las mujeres en el camino de la cruz”.

En el centro han estado las víctimas de la trata personas, los menores mercantilizados, las mujeres forzadas a prostituirse, los migrantes y los refugiados. «Ellos son los nuevos crucificados de nuestro tiempo, cuyo sufrimiento debe despertar las conciencias de todos nosotros».

Al final el Papa rezó esta oración:

«Señor Jesús, ayúdanos a ver en Tu Cruz todas las cruces del mundo: la cruz de la gente que tiene hambre de pan y de amor; la cruz de los solitarios y abandonados, incluso por sus propios hijos y parientes, la cruz de personas sedientas de justicia y paz, la cruz de la gente que no tiene el consuelo de la fe.

La cruz de los ancianos que se arrastran bajo el peso de los años y la soledad; la cruz de los migrantes que encuentran sus puertas cerradas a causa del miedo y los corazones blindados por cálculos políticos, la cruz de los pequeños, heridos en su inocencia y pureza, la cruz de la humanidad que vaga en la oscuridad de la incertidumbre y en la oscuridad de la cultura de lo provisorio, la cruz de las familias rota por la traición, por las seducciones del maligno o por la ligereza asesina y el egoísmo, la cruz de las personas consagradas que buscan incansablemente llevar tu luz al mundo y se sienten rechazadas, burladas y humilladas.

La cruz de las personas consagradas que, en el camino, han olvidado su primer amor; la cruz de tus hijos que, creyendo en ti y tratando de vivir según tu Palabra, se encuentran marginados y descartados incluso por sus familias y por sus compañeros, la cruz de nuestras debilidades, de nuestras hipocresías, de nuestras traiciones, de nuestros pecados y de nuestras muchas promesas rotas; la cruz de tu Iglesia que, fiel a tu Evangelio, lucha por llevar tu amor también entre los bautizados.

La cruz de la Iglesia, Tu esposa, que se siente continuamente atacada por dentro y por fuera; la cruz de nuestra casa común que se marchita seriamente ante nuestros ojos egoístas y está cegada por la codicia y el poder.

Señor Jesús, reaviva en nosotros la esperanza de la resurrección y de Tu victoria definitiva contra todo mal y toda muerte. ¡Amén!».

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