Queridos hijos políticos

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¡Qué ganas tenía ganas de escribiros a vosotros un carta!

Ganas de deciros: gracias, gracias y mil veces gracias porque queréis tanto a mis hij@s y gracias porque os habéis hecho uno más de la familia y a veces comprendo que puede no ser fácil.

En casa todos tienen mucho orgullo de hermanos y familia nuclear y siendo esto muy bueno, también puede resultar, no sé como diría… chulesco y un poco exagerado. Pero siempre lo resolvéis con humor. Ellos acaban cediendo un poco y vosotros riéndoos de su “familitis”.

En casa siempre hemos insistido que a la hora de buscar novio/a no olvidaran dos condiciones esenciales para nosotros . No esenciales por capricho de padres absorbentes, sino porque creíamos que iban a condicionar mucho su futura vida en común.

Y así, cuando salía el tema de posibles novios y novias puntualizábamos: “Si no son trabajadores y piadosos no los queremos”. Bien sencillo y a la vez no muy frecuente… Bueno, al menos difícil de encontrar lo de “piadosos”. Y cual va siendo nuestra sorpresa al comprobar que todos venís con buenísima nota en ambos requisitos.

Partiendo de ahí y bajando a cosas más prosaicas, os doy también gracias por lo que aportáis al buen ambiente entre todas las familias que convivimos en vacaciones (papá y yo, 5 parejas casados, 5 hermanos jóvenes y 20 nietos). Somos muchos y en la casa hay siempre mucho jaleo, pero se os ve encantados.

Nunca pedís nada y todo os parece bien: si os toca una habitación u otra en casa, si hacemos muchos planes o pocos, si os toca quedaros con niños propios y ajenos, ir a urgencias con alguno, ir a hacer la compra… Además organizáis siempre actividades para todos los niños, jóvenes y mayores de la casa, sean hijos, sobrinos, padres, tíos, abuelos o lo que sea.

Convivir con tantos niños también supone que muchas veces vienen los de una familia enfermos y aceptáis el posible contagio entre risas y bromas, partiendo de que estar juntos bien vale el contagio de algún que otro niño o mayor. Nunca estamos en cuarentena.

También os acopláis al horario noctámbulo de la casa y aunque no paráis de repetir lo poco que dormimos en Carbonero, no os perdéis ninguna tertulia y eso que duran y duran. Eso sí , al día siguiente ahí estáis, al pie del cañón, con cara de sueño pero intentado recoger a los niños que se van despertando temprano y bajándoles a la salita a ver dibujos para que dejen dormir a los demás.

Tampoco protesta nadie cuando alguno de los sobrinos ha dado la noche al resto o ha despertado al que dormía plácidamente. Aceptáis con santa paz que unas veces es uno y otras otro y NUNCA OS HE OÍDO UNA QUEJA A NINGUNO.

A pesar de todo siempre venís a casa y cuando os váis, dáis gracias por todo y repetís lo bien que hemos estado.

Eso sin contar con lo ancha que me pone la competición establecida desde que fuistéis llegando. Ya no nos acordamos nadie de cómo empezó (¡de verdad que no fue cosa mía!) pero todos, entre risas y bromas, competís para ganar “suegrapuntos”. Esto hace que en cuanto abro la boca ya estáis alguno atendiendo mi sugerencia.

Me imagino que a veces pensaréis que hay costumbres que están mejor resueltas en vuestras familias. Es lógico -y seguramente será así en muchos casos- pero os acomodáis a las de casa y nunca rectificáis ni ponéis pega.

Y así los 5. ¡Qué fácil hacéis la convivencia!

Por eso, Queridos hij@s “de sangre”, ya podéis cuidar vosotros con esmero a vuestros suegros y demás familia política. Son los padres de vuestro marido o mujer y sólo por eso se merecen todo vuestro cariño.

Ni sirve para nada ni es bueno comparar familias. Cada una tiene sus cosas buenas y menos buenas, pero son las vuestras. Siempre podéis observar lo mejor de cada familia política para implantarlo en la vuestra.

Y no podemos permitir los padres que nuestros hijos hablen mal de sus suegros. Seguramente tendrán cosas malas o mejorables como tenemos todos. Y además es frecuente que aumenten nuestras manías cuando nos hacemos mayores. Pero como muy bien dice papá: a los abuelos (o padres) no hay que comprenderlos ni entenderlos, sino quererlos.

Vuestros suegros son ahora también vuestros padres.

Era muy bonita la costumbre de antes de llamar también padre y madre a los suegros, ayuda más a sentirlos como tales.

Qué tristeza cuando ves a alguna pareja, ya casados, que cuando llega la Navidad u otras celebraciones él se va con su familia de sangre y ella con la suya. Es entonces cuando una madre debe ser fuerte y decir al hj@ que no le importa que no venga a casa, que ella aguanta la pena de su ausencia porque prefiere que visite también a sus suegros y sobre todo que vayan los dos juntos.

A la larga repercute no sólo en la felicidad de hijos y abuelos sino en la estabilidad de la pareja.

Además no olvidéis que el modelo o patrón que sigáis vosotros con vuestros padres y suegros es el que van a seguir vuestros hijos con vosotros.

Termino con vosotros, hijos políticos. No puedo terminar esta carta sin hacer alusión a un hecho diferencial en el grupo y fuente de “conflicto” de muchas tardes en casa. Afecta más a los hombres de la familia, y es que unos sois del Barça y otros del Madrid. No sé, quizás teníamos que haber añadido un requisito a los futuros miembros de la familia: trabajadores, piadosos y… ¡del equipo de papá! En fin, como ya no tiene remedio y no es algo crucial, pues viva la diferencia y que gane el mejor.

Esta carta tan bonita está tomada del blog de «Querid@s hijos» y al que podéis acceder en este enlace.

¡Gracias, Conchita!