“Lloro gritando bajo el casco, cuando voy en moto. Como las calles de Manila son muy ruidosas, nadie se da cuenta de que lo hago y me puedo desahogar esos días en que las injusticias son demasiado dolorosas. De esa forma los niños no se dan cuenta de cómo estoy, y yo aprovecho el tiempo de ir de un lado a otro para desahogarme y luego poder concentrarme en la oración. Aunque ese llanto también es oración…”. La confesión que nos hace el joven padre Matthieu Dauchez viene acompañada de una sonrisa modesta y de una mirada profunda, hecha a ver y a implicarse en situaciones que al común de los mortales nos suenan a novela de terror.
Así empieza un artículo que publica Revista Misión, sobre las situaciones tremendas que este sacerdote vive cada día en las calles de Manila. “Viviendo con estos niños es imposible caer en la desesperanza. Ellos encuentran fuerza y alegría en medio de situaciones terribles.»
Hoy dirige una fundación que recoge niños enfermos, abandonados o discapacitados para sacarlos de la calle y para meter a Dios en su corazón destrozado.
Esta bello testimonio puedes leerlo íntegro en este enlace de Revista Misión: El cura que mete a Cristo en el basurero