Ten una aventura

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Ten una aventura. Pero una aventura de las buenas. No me estoy refiriendo a una simple locura de fugarte a París con tu amante, ni mucho menos a una infidelidad, o un rollete de una noche. Para nada. Utilizamos erróneamente esta expresión: «Tener una aventura». Una verdadera aventura no es hacer lo que te brota, no es seguir el impulso irrefrenable que te posee, no es dejarte llevar por las olas de una pasión desmedida…

Si pensamos en las películas de aventuras que conocemos, ¿qué características vemos en ellas como propias?

La acción suele empezar con un suceso imprevisto con el que el protagonista se topa y acaba enredado, o porque le encomiendan una misión —«Oye, que necesitamos que te vayas al espacio para buscar una solución para salvar la humanidad»—, o a veces es él mismo el que va a buscar la aventura. El amor del bueno tiene algo de estas tres notas: es un regalo, y es una decisión, y es descubrir el sentido de tu vida. Además, en una aventura sabes adónde vas pero no conoces al milímetro todo lo que te vas a encontrar por el camino. La grandeza de la meta y cómo supera el héroe las dificultades hasta alcanzarla son lo que hacen de una historia algo épico.

Veamos algunas características de las verdaderas aventuras a través de algunas grandes películas (ojo, puede haber spoilers):

Imaginaos que Frodo, a mitad de camino, dijera: «Oye, que esto del anillo muy bien, pero que ya vale de luchas y muertes. Me he cansado. Me voy a la Comarca a fumar en pipa». Impensable, ¿verdad? Los héroes pueden ser pequeños —medianos, en este caso—, pero su fortaleza es enorme. Nos muestran que, ante las dificultades, no se cambia la meta, se cambia la estrategia.

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Las aventuras están llenas de situaciones inesperadas. Que se lo digan a Matt Damon en Marte y a su capacidad de ir adaptándose a distintos escenarios ante la adversidad (eso que llaman resiliencia): ahora planto patatas, ahora una descompresión explosiva me abrasa el cultivo, ahora cambio de planes…

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Pero en estas películas no vemos solo a los protagonistas apretando dientes y puños. Hay esfuerzo, sí, pero es una lucha guiada por un fin grande, que es lo que hace grande el esfuerzo. Sin esperanza no se puede continuar, como bien dice Tom Hanks en Náufrago: «Tengo que seguir respirando porque mañana volverá a salir el sol y quién sabe lo que traerá la marea».

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Tener ese convencimiento y bien clara la meta, te lleva a afrontar el camino con alegría.  En Big Fish, Ewan McGregor sortea las situaciones más increíbles y complicadas sin perder su buen humor porque lleva siempre en el corazón y en la cabeza a su amada.

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Un verdadero héroe nunca está solo. Alguna vez durante la aventura puede —equivocadamente— decidir ir por su cuenta, pero enseguida se percata de que necesita a sus compañeros de viaje, por muy extraños, excéntricos y disparatados que sean. Quien haya visto Pequeña Miss Sunshine recordará lo maravilloso que resulta que esa familia, en apariencia tan desastrosa, pueda llegar a su destino, no solo a pesar de las averías de la furgoneta sino, sobre todo, a pesar de las diferencias de unos y otros.

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Porque los personajes de las grandes hazañas también caen, se equivocan, toman malas decisiones, se despistan de su propósito… pero sortean el bache y, me atrevería a decir, que en el 99% de los casos no logran salir del hoyo solos. Siempre tienen amigos fieles al lado, o incluso desconocidos que aparecen en el camino y echan una mano. Desconocidos que, a veces, tienen una relevancia en su vida que no podían sospechar, como ese carpintero de Nazaret que le da agua a un agotado y encadenado Ben-Hur. Los verdaderos héroes también saben acoger nuevos compañeros de camino: empiezan siendo dos y de repente son una Comunidad de nueve, o integran en el grupo a camaradas tan inesperados como un muñeco de nieve al que le gusta el verano.

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El protagonista no es el mismo al comienzo de la película que al final. Una buena aventura te lleva a descubrir tu yo más real y más profundo. El grito «¡Yo soy Vaiana!» de una de las últimas heroínas de Disney, a punto de finalizar el viaje que ha emprendido y que la lleva a averiguar quién es ella en verdad es el clímax que condensa los riesgos a los que se ha enfrentado, las decisiones que ha tomado, las personas que la han acompañado en su camino.

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El esfuerzo, la alegría, la suma de las diferencias, el consenso, la acogida, el propio proceso de madurez… todas estas características de una aventura son propias también de la vida de un matrimonio. Desde luego tiene más de aventura decirle a alguien «todos los días de mi vida» y mantener la promesa, que el dejarse llevar por el impulso que te conduce a un rollete esporádico, ¿no?.

Decir que el matrimonio es una aventura no es un intento cursi de hacer de algo cotidiano algo épico. Es más bien la constatación de un hecho. Y, para que realmente sea así, no hace falta irse a las Cataratas Paraíso, como bien descubre el gruñón —a la par que tierno— abuelo de Up al repasar las páginas del libro de aventuras de su mujer. Ahí están todas las aventuras emocionantes vividas juntos. Muchas de ellas dentro de las cuatro paredes de un hogar.

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Y a veces están tan cerca, que están dentro. En El gran showman, Hugh Jackman canta con Michelle Williams que cada noche antes de dormir los colores más brillantes llenan sus mentes y que un millón de sueños les mantienen despiertos: «A million dreams for the world we’re gonna make»… Y en este último verso de la canción, él tiene las manos posadas en el vientre de ella, un vientre de, al menos, ocho meses de embarazo. «Un millón de sueños para el mundo que vamos a crear». Tal cual. Lo que suelo llamar «la aventura dentro de la aventura».

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En el matrimonio, como en una buena odisea, sabes la meta, pero no lo tienes todo calculado, ni planeado, ni programado. Por eso es una locura casarse y prometer el futuro, cuando el futuro es tan incierto.

Lo mejor de esta aventura es el compañero de camino, esa persona a la que miras a los ojos y sabes que juntos podéis todo. Yo «adoro la aventura en la que nos hemos metido juntos. Esa zambullida tras el salto desde el acantilado, entrelazados los dedos».

Fuente: youmakelovehappen

https://youmakelovehappen.wordpress.com/2018/02/26/ten-una-aventura/