¿Qué te pasa, España? Una visión desde Erasmus

Cambiar el mundo, Erasmus

El fin de semana pasado vinieron unos amigos a visitarme y nos fuimos a una ciudad cercana a donde yo estoy de Erasmus. Allí, por medio de un conocido, organizamos una salida por la noche, con copas en casa de unas amigas y discoteca donde ponían reggaeton y se llenaba de españoles. Buen plan, y de hecho lo pasamos genial, pero varios detalles de la noche son dignos de reflexión. Pues entre copa y copa pasan algo desapercibidos, sigues a lo tuyo, pero al día siguiente y en conjunto… te das cuenta de que algo falla.

Éramos casi unos 40 en la casa. De entre ellos, católicos, una gran minoría, tal y como sucede en mi ciudad, en la que de alrededor de 100 españoles de Erasmus, raro es si llegamos a 3 los que vamos a misa. Sin embargo, nuestro conocido allí, llevaba guitarra y es un tío al que en una discusión, ya sea con 3, 10 o 20, no le importa mostrar su visión católica, por minoritaria o antigua que parezca. Además resulta que no es un tío raro, no es un marginado. Es relaciones de discoteca, deportista, toca guitarra y piano y estudia ingeniería. Cuando puede evangeliza, y lo siento, pero como digo, no es un pardillo. Se ve que en ocasiones anteriores se habían puesto a cantar con la guitarra “Dios está aquí”, la típica canción de misa. Y cuando saca la guitarra, es la segunda canción que le piden tocar muchos de los presentes (sin ser católicos). Nosotros flipando un poco -en plan no pega, vaya personajes-. Pero flipamos más aún cuando desde el fondo se oyen a varios: “¡me cago en dios!”, “¡me cago en la virgen!”. Hombre amigos, tampoco os pongáis así. Algo parecido paso cuando después de muchas sevillanas, cantamos la Salve Rociera. Parece que no se habían cagado lo suficiente.

Tampoco pasa desapercibida la conversación con dos chavales, una pareja de homosexuales. Muy simpáticos, también habían tocado la guitarra y cantado con nosotros y hablando con ellos en una presentación típica (de donde eres, que estudias…), nos dicen que se habían ido de España a los 18 porque “allí no hay nada más que racistas, homófobos e incluso machistas”. -Vaya, gracias por la parte que nos toca, no me veo en ninguno de los tres grupos. – No hombre, si también hay algunos “buenagente”, a vosotros se os ve. – ¡Ah menos mal!

Lo peor fue el tercer momento, puesto que supuso enfrentamiento directo y por poco no pasó de lo verbal. En la discoteca, cuando se corta la música, se juntan unos cuantos para cantar “¡i-inde-independencia!” (y no había ni un catalán, ¡ni tampoco un vasco!) y la respuesta de otros con “¡España, unida, jamás será vencida! E imaginaos, final de la noche, música que falta y copas que sobran, pues algún calentado de turno propuso un “venga, 5 pa’ 5 fuera”… penoso, aunque gracias a Dios, se quedó en el calentón patético. Penoso que esa sea la actitud y el ambiente entre compatriotas. Penoso ver que todo nos divide y aparentemente nada nos une. Penoso que ese sea el nivel de respeto –entre jóvenes que se supone con un alto nivel de educación, pues tenían el que menos ESO y Bachiller, estudiando una carrera y manejando al menos dos idiomas- y de cordialidad entre españoles que se encuentran a miles de km de sus casas.

Y es que está claro. La educación no la dan los títulos. Hacen falta valores. Y frente a las ideologías que nos dividen, hace falta una fe que nos una. Frente al individualismo egoísta, la generosidad. Frente al separatismo y la división, la hermandad y unión. Frente a la generalización y el desprecio, el respeto y la crítica constructiva. Frente a la ignorancia, la historia, la cultura y la educación. Frente a los políticos, la política –esa ciencia de ideales olvidada, suplantados por cargos que sólo engordan instituciones para propio beneficio-.

Nada de catastrofismo, ni de esto no tiene solución. Pero es necesario darse cuenta y conocer la polarización de la sociedad y la juventud en concreto. Y desde ahí, una voluntad firme y constante de querer cambiar las cosas. Y los católicos debemos de comprometernos a ello. Cada uno desde sus posibilidades. Y rezar, rezar mucho. ¿Cómo vamos a abrir si no las puertas de casa? ¡si mira como está el patio! ¿Cómo vamos a construir Europa?, ¡si míranos en España!